Únicamente en la soledad es que podemos ser quienes en verdad somos sin importar cuán sombríos o retorcidos sean nuestros pensamientos y actos. Por el contrario, mientras estemos rodeados de absurdas personas, nos veremos obligados, incluso de manera inconsciente, a usar alguna máscara que oculte nuestra auténtica naturaleza.
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¡Qué ironía! No se cansaban de suplicarme que fuera yo mismo y, cuando así lo hice, todos se alejaron de mí. Aunque no los culpo, pues mi verdadera esencia, por tanto tiempo reprimida, era la de un asesino en serie que disfrutaba inmensamente de los más necrófagos escenarios.
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A veces, por extraño que suene, tan solo me consuela saber que todo lo que creo sobre la existencia, la vida, la humanidad, el mundo, el universo y hasta de mí mismo podría no ser cierto. Quizás, al fin y al cabo, el simple hecho de creer que existo es el mayor de todos los (auto)engaños posibles.
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Hay punto final para todo, quizás incluso para el tiempo y el espacio. Bueno, nunca lo sabremos, creo. Lo que sí podemos saber es que no importa lo que hagamos, pensemos, digamos o sintamos, pues nuestra existencia es tan efímera e insignificante que el mero hecho de reflexionar sobre ella es un absurdo en sí.
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En fin, este día tampoco había sido el que tanto esperaba, pues seguía, muy a mi pesar, con vida. Creí tontamente que hoy sí podría matarme, pero fracasé como siempre. Lo que me aterra del asunto es que todos los días sean así y que en verdad nunca pueda llevar a cabo el glorioso acto suicida.
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De hecho, comúnmente se dice que debemos amar a nuestra familia por encima de todo. Pero esto es tan solo otra más de las tantas mentiras que nos son implantadas para adormecer nuestras consciencias. La realidad es que deberíamos hacer todo lo contrario: odiar a nuestra familia por encima de todo y buscar su desaparición a la brevedad posible. No solo porque cometieron el sacrílego acto de traernos a este mundo insano, sino porque, una vez aquí, contribuyen a aumentar nuestra miseria con sus ridículas e infinitas formas de controlarnos, chantajearnos y, sobre todo, adoctrinarnos.
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Desasosiego Existencial
