Incluso los momentos buenos de la vida ni siquiera son tan buenos en realidad y duran demasiado poco. Siendo así, ¿qué caso tendría experimentarlos? Parece que, de cualquier manera, la vida siempre tenderá hacia el sufrimiento y la desesperación. Lo cual nos lleva a preguntarnos: ¿qué caso tiene experimentar entonces algo así? ¿No será acaso que, en realidad, la vida es solo un infinito absurdo planteado por quien sabe qué entidades con el único propósito de hacer sufrir a quienes la experimentan? ¿No será tal vez que el suicidio es el acto más lógico que podemos llevar a cabo en nuestra imperante irracionalidad?
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Los placeres que esta existencia mundana confiere no son ni siquiera remotamente cercanos a la infinita cantidad de dolores que debemos padecer a cambio. ¿Vale la pena entonces permanecer en ella? ¿No sería lo más conveniente entonces irse al más allá? ¿Para qué seguir adelante en una existencia cuyo propósito no está para nada claro y cuyas sacrílegas artimañas ofenden a cada momento nuestra esencia?
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Dos personas de sexos opuestos se conocen, se gustan, coquetean, se hacen novios, se casan, tienen hijos, tienen nietos, trabajan, envejecen y mueren. ¡Qué asquerosidad de ciclo! Y, dentro de todo este ciclo absurdo y patético, debemos añadir una inmensa cantidad de sufrimiento enmascarado por supuestas metas y ridículos objetivos de vida. No dejo de pensar, una y otra vez, ¿por qué esto debe ser así? ¿Por qué las personas buscan tan desesperadamente arruinar sus vidas de este modo cuando ya de por sí la vida es una miseria infame por sí misma? Creo que jamás lo entenderé, pero qué más me da. Lo único que quiero ya es desaparecer y no volver a saber nada de nadie, menos de mí.
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Vamos por ahí pregonando tantas tonterías y proclamando a los cuatro vientos que la vida es bella, que todo tiene un sentido y no sé qué más idioteces. Y la vida, mientras tanto, siendo tan absolutamente indiferente a nosotros, absolutamente ajena a nuestros deseos, voluntades o dogmas; tan solo aguardando el momento perfecto en que se deshaga finalmente de nosotros mediante la muerte.
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Nada en esta existencia me complacía ya, pues nada realmente parecía estar hecho a mi medida y no tenía por qué. Ese era el problema, que no quería experimentar una existencia que no fuera como yo la quería. Y, si no podía ser así, entonces preferiría mejor no experimentar nada.
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¡Ay de aquellos pobres tontos que tanto agradecen por estar en este mundo horrible y nauseabundo! ¡Mendigos de una existencia anodina y de una esperanza paupérrima! Pero pronto, más de lo que se imaginan, dejaran de vociferar tales tonterías para siempre cuando sus asquerosas almas sean sacrificadas en honor a la gran bestia.
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Desasosiego Existencial