El peor error que podemos cometer en la vida es enamorarnos. No obstante, si no hiciéramos esto al menos una vez, quizás entonces la vida misma sería un error.
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El ser y el vacío tienen más en común de lo que se cree, pues ambos son hijos de la misma madre separados únicamente por el corrosivo inconveniente de la vida y unificados en la gloriosa corona de la muerte.
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Si tan solo hubiera un lugar donde la existencia no pudiera jamás alcanzarnos, donde la vida jamás pudiera arrastrarnos y donde la humanidad jamás hubiese existido… Tal lugar, sin discusión alguna, debería ser lo más cercano a un posible cielo.
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Es bastante probable que esta realidad sea tan solo una vulgar y absurda simulación. Siendo así, podemos decir que jamás tendremos certeza de si algo es real o no, ni siquiera nosotros mismos. Es probable incluso que todo sea una simulación de nuestra propia mente, absurdamente programada para existir cuantas veces sea necesario, tal vez de manera infinita y siempre careciendo de cualquier sentido. De cualquier modo, saldremos siempre perdiendo, pues, simulada o no, esta realidad es cualquier cosa menos algo que debamos agradecer.
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El fondo de los mares, tan purificador e inefable… ¡Vaya que no se me ocurre un mejor lugar para que mi nauseabundo cuerpo se hunda y se purifique hasta que no quede de mí sino un patético conjunto de huesos amarillentos!
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El Color de la Nada
