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Desasosiego Existencial 57

Ni siquiera todas las plegarias del mundo podrían aliviar este inmenso dolor: el de existir. ¿Qué podría hacer la religión, con su sarta de mentiras y tonterías, en contra del agudo y punzante malestar existencial? Solo un bufón, y creo que ni él, se tragaría actualmente todas esas patrañas sin sufrir indigestión o experimentar al instante un vehemente deseo de vomitarlo todo. ¡Que mueran todas las religiones hoy mismo! ¡Y que nunca más el ser vuelva a ponerse de rodillas ante ninguna inexistente o, en todo caso, indiferente deidad!

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Solo tú le das a mi alma esta inefable sensación de plenitud y calidez, solo eres tú todo lo que quiero amar el resto de mi deprimente existencia y solo serás tú a quien miren mis ojos antes de que mi sangre se haya vaciado de mi cuerpo gracias al perfecto corte de la navaja. Los alaridos están de más, aunque serán proferidos en abundancia. Las alfombras quedarán empapadas de mi muerte y, por la madrugada, el estrépito causado habrá de devolver paz a la inmunda creación del caos. Yo ya no estaré aquí afortunadamente, pero te suplico que aún no me abandones; no renuncies todavía a estos momentos finales, porque es cuando más cálido siento el destrozado conjunto de recuerdos que me hicieron sonreír durante toda mi vida.

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Tal vez lo nuestro no funcionó porque ambos teníamos el mismo problema: solamente nos amábamos a nosotros mismos. Y, entre más intentábamos comprendernos el uno al otro, más abismal se tornaba el espacio entre nuestros sombríos sentimientos. Supongo que ya no volver a vernos fue lo mejor, aunque te extrañe infernalmente y aunque cada noche deseé estar entre tus brazos más de lo que deseo suicidarme.

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Pese a todo, puedo decir que te obsequié una parte de mi afligido corazón que jamás había pensado obsequiar a nadie; y que todos aquellos inmarcesibles atardeceres bajo el lustroso árbol de flores amarillas las llevaré tatuadas en cada rincón de mi mente como el más invaluable tesoro. Sin embargo, hoy es mi último día en esta realidad, pues, aunque te amo con todo mi ser, mayor es mi desilusión ante la vida y, por ello, debo quitármela. Espero puedas perdonarme algún día y comprender que nada de esto, así como tampoco nuestro adiós, fue jamás tu culpa. Tal vez alguien o algo así lo quiso, aunque me cuestione demasiado tal voluntad. Como sea, ¡qué importa ya! ¿Qué importan la vida, el amor y la realidad cuando uno ya solo piensa en la muerte?

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Nada ni nadie podría compararse jamás contigo, pues tu halo es tan magnificente y cautivador que incluso intentar entrar en él hace que mi locura se eleve al infinito. Nunca podrás imaginar, aunque lo añoraras con toda tu alma, todo lo que me haces sentir con un solo parpadeo de tu espíritu. Las estrellas y su espectacular brillo se quedan cortos al intentar compararlos contigo y con el resplandor de tu sonrisa; entonces me percato de que soy un demente de lo peor, pues quizá todo lo que yo percibo en ti solo sería real si tú lo fueras.

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Desasosiego Existencial


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