,

Desgracia visionaria

El brutal ejemplo del que se rumoraba no detuvo mi anómala visión. Lo había planeado desde mi última forma en esta planetaria realidad, en esta falacia tergiversada y esculpida por el dueño del tiempo. Desplazándose están las bolas insanas y los guardianes del viento oneroso. Yo solo derramé el agua sobre la tierra y ellos exigieron la transmutación conseguida por el peregrino del caos. No les interesaba un mensaje de paz ni de amor, solo arrancarse el alma y entregarse a la más sórdida depravación. Y yo continuaba tirado y en total convulsión de estrellas, de mi boca eran arrojadas las megalíticas rocas talladas con su blasfemia. Jamás había conocido a una criatura cuyo deleite consistiera en degradar su propio cuerpo y en colocarse por cuenta propia en medio de la falsedad. Nada se podía hacer, sin embargo; ¡así de infames eran las horripilantes alimañas que poblaban este desierto espiritual! La poesía de la eviterna devastación debía ser recitada cuanto antes y traer consigo el despertar verdadero.

A ellos les encantaba la vileza y el acto de matar, pues no conocían otra forma para demostrar su superioridad. Noté que eran solo marionetas de intereses supremos, ávidos y metódicos en sus formas. No dije nada por temor a ser crucificado después del viajero predilecto, pero me inquietó la infeliz suerte con que habían sido recompensados los solitarios en su exilio. ¿Por qué adorarían tanto la cobardía y los placeres terrenales pudiendo desarrollar su alma hasta la grandiosidad? Era contradictorio mirarlos desperdiciando sus vidas y entreteniéndose con aquellas patrañas sacrílegas que perforaban sus consciencias o, mucho peor aún, encerrados en la concupiscencia y el desenfreno de las cadenas eternas. Eran tan esclavos de bagatelas y solicitaban perdón y piedad al sujeto que les arrebataba el último aliento. Existían en vano y todo el tiempo buscaban la guerra antes que cualquier cosa, incluso antes de su existencia. Tenía el mundo que merecían, pero el mundo no les pertenecería jamás.

Si no había guerras o miseria, se entristecían y derrochaban la supremacía sugerida ante el mensajero. Por supuesto, tenían magia ignominiosa con la cual olvidaban fácilmente la apostasía de sus acciones y su abyecta naturaleza, ya fuese inhalada o inyectada, bebida o fumada, ¿qué más daba? En este circo, los principales actores no hablaban, solo ordenaban. Incapaces eran de perseguir un sueño sincero o un anhelo desinteresado. Había viajado una eternidad para mirarlos, pues sabía de su locura por lo desconocido de los espejos negros, pero en cuestión de segundos ya no toleraba más contemplarlos. ¿Qué perseguían con su conducta aquellos estúpidos seres llamados humanos? Pasé el resto de mi apagada existencia convenciéndome de su intrascendencia y cuestionándome si había sido real la pesadilla de haber conocido lo que era la humanidad en su actual decadencia o si sencillamente se había tratado de un engranaje más en el eterno retorno hacia el vacío y el olvido.

***

Repugnancia Inmanente


About Arik Eindrok

Deja un comentario

Previous

Arreboles de Dolor

La envoltura

Next