Cuando te conocí no vacilé ni un momento en endulzarte de formas exquisitas
Te atavié con toda especie de diamantes sombríos y de espejismos afligidos
En ti centré la cura para este tormento interno que produce el malestar eviterno
No sé qué discerní en aquella mirada sublime que me convenció de enamorarme
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Nunca quise intervenir así en tu vida, propagar esta inflamada obsesión
Yo solo deseaba conocerte, desearte, pensar en tu boca y sentirme en el cielo
Con desolación y amargura reconozco que fingí no adorarte por tanto tiempo
El problema fue haberte contemplado más allá de lo que podría un humano
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El cambio se extendió, se hinchó el capullo de emociones encontradas
Y, aquella noche de ebriedad y magia espectral nos arropó y de ti me empapé
Fueron majestuosos los melifluos que envolvieron cada centelleo infernal
Ardieron nuestras siluetas malditas en la conflagración de una nueva vida
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Contigo podía mostrarme tal cual era, pues siempre apreciaste mi sinceridad
Toda la oscuridad que me consumía te encantaba cuando nos uníamos
En el sufrimiento de nuestras almas podíamos hallar el placer de nuestros cuerpos
Y la propuesta no fue injuriada por las consecuencias de un trastornado desvarío
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Tan hermosa y atrevida me parecía esa boca sabor a eternidad cuando me besabas
Tan embriagante y suprema era tu forma de acariciarme hasta consumirme
Tan desconcertante y mística era tu mirada cuando alborotaba todos mis demonios
Y toda tu imagen, tanto física como espiritual, era para mí el más inefable arte
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Pero no podría durar mucho aquel desvarío de dos seres rotos y apesadumbrados
La lúgubre melodía de la verdad dispersó la entelequia fantástica de nuestra huida
Ambos, no vislumbrando más allá de nuestra naturaleza, nos negamos al fin
No podía entender que, después de tanto tiempo, tus labios no fueran solo míos
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Tú me trastornabas el alma, conducías mis deseos hacia lo más siniestro
Contigo a mi lado podía desvariar todo el tiempo y, aun así, sentirme tan real
Tú aceptabas de manera absoluta las disposiciones más enfermas de mi sombra
Y yo a ti te concebía como a un dios, pues no tenía más remedio que adorarte
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Mi destino siempre fue conocerte, amarte, poseerte y luego, vilmente, perderte
Tal vez así estaba indicado en lo más inexplicable de nuestros versos putrefactos
Porque ahora me siento tan desdichado retornando al origen de nuestro encuentro
Y lo único que me queda para protegerme del absurdo es el recuerdo de tus besos
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Para: ella, mi eterno e imposible amor…
Libro: Triste Insania de Amor y Muerte