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El Réquiem del Vacío 15

La vida es como un juego, sí… ¡Lástima que los juguetes seamos nosotros! ¡Lástima que el juego esté perdido desde el comienzo! ¡Lástima que nos guste tanto jugar aun sabiendo que ninguna posibilidad tenemos de ganar! ¡Lástima que seamos todavía demasiado necios, tontos y humano para comprender que es la muerte y no la vida lo que deberíamos buscar sin descanso alguno! ¡Ay, el ser humano! ¿Hasta cuándo dejará de jugar absurdamente e intentará ganar el juego sinceramente? ¿O es que acaso toda sinceridad ha sido ya magullada por las garras de lo ilusorio y por los colmillos del infame adoctrinamiento?

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El mayor y acaso único momento de verdadera iluminación al que podemos aspirar en esta malsana y patética existencia es ese donde somos plenamente conscientes de que todo a nuestro alrededor es más que insustancial y de que ya solo la exquisita pócima de la sublime muerte podría tener sentido. La vida ya no, pues nos ha decepcionado más de mil veces y ni siquiera deberíamos esperar ya nada de ella. Tampoco de nosotros deberíamos esperar ya algo, pues ¿qué podría esperarse de algo como lo humano? De algo que está podrido desde su parte más fundamental y que es absolutamente incapaz de producir cosa alguna valiosa o agradable… La humanidad es un chiste, el superhombre es un chiste, la vida es un chiste.

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Y, si no se trata de la destrucción del mundo, entonces prefiero seguirme destruyendo en aquellos antros y tabernas de mala muerte. Sí, prefiero seguirme embriagando antes que entregarme a esa aberración llamada civilización. Prefiero mil veces matarme antes que soportar una absurda vida de trabajo, religión y familia. ¡Yo no he sido hecho para esas cosas que la gente bien busca! No, mil veces no… Lo que yo quiero es destruirme por completo, aniquilar totalmente cada espectro en mi interior que me impide descubrir quién soy yo en realidad. ¿Seré un ángel, un demonio o algo peor? Lo quiero descubrir esta noche… ¡Sí, esta noche que apesta a muerte y sangre por doquier!

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Después de haberte besado, podría feliz y complacientemente quitarme la vida, pues ¿acaso existiría algo mejor que me quedara por vivir después? ¿Existiría acaso algo más divino por experimentar que el haber remojado mis labios en el inefable oasis que se halla escondido entre tus piernas? ¿Qué otra cosa podría compararse con el misticismo de tus besos o con la delirante magia de tus mordidas? E incluso nada de eso bastaría para describir el éxtasis al que nos elevaba aquella noche la sustancia prohibida. Y mientras más se enlazaban nuestros cuerpos, más se fundían nuestros espíritus. Pero al final nada de eso fue más real que mi propia imaginación, y tan solo el esperma que escurría de mis manos me devolvió entonces a mi triste y solitaria soledad… Aquella en la que me he refugiado desde el día en que te cortaste las venas.

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El sol negro indicaba el momento perfecto para mi partida, para que incrustase la navaja que por tanto tiempo había contemplado en mi garganta agobiada. Muchas veces he visualizado tan magnificente instante, con la sangre caliente escurriendo y mi atormentada consciencia distorsionándose en el vacío eterno. Todo será como despertar de un largo sueño donde jamás nada fue real, ni siquiera nuestro carcomido desamor. Olvidaré todo lo acontecido e incluso el recuerdo de nuestro primer beso quedará hecho polvo junto a cada intrascendente vivencia y cada oneroso sufrimiento. Nada quedará, absolutamente nada de nosotros o de nuestros corazones rotos. Seremos parte de aquello que fue, pero nunca debió haber sido. Y cada “te amo” será silenciado, pero por un silencio incluso más sepulcral que el del adiós más doloroso, por un silencio que solo podría ser proferido por la muerte.

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Las lágrimas escurrían abundantemente por mi rostro aquella melancólica tarde, pero la lluvia de sangre las ocultaba a la perfección. El dolor era demasiado intenso, aún más que el de existir. Fue entonces cuando supe que, pese a todo, yo te amaba demasiado todavía. No podía explicarse de otro modo que tu fatal traición me hubiese lastimado así, pues yo te vi buscando sus labios y suplicando por sus caricias en la oscuridad del cerúleo apocalipsis. Ahora solo queda elegir de qué puente me arrojaré, ya que no tiene ningún sentido continuar viviendo… sin ti.

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El Réquiem del Vacío


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