¡Pobre mendigo aquel que después de conseguir el tesoro perdido lo pierde lanzándolo al mar con su propio y desmedido actuar sin sentido! Pero no es de sorprender, pues así es el ser: un amante de la irrelevancia y la miseria.
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Después de todo, soy solo un aburrido sin remedio, una estrella consumida en la noche execrable por los demonios del laberinto mental en donde he sido arrojado. Soy solo otro grano de arena en este inmenso desierto existencial, tan insignificante y diminuto que no vale realmente la pena sentir ni vivir nada.
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Mi pequeño acto en este teatro casi llega a su fin, tan solo me queda una última cosa por decir: fue un gusto haber compartido la escena de mi estúpida y tragicómica vida contigo.
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El amor puro es imposible para los humanos. No existe en esta dimensión, lo hemos extinguido. No somos adecuados para amar, el amor humano es una simple reducción de algo que simplemente no puede rebajarse a nuestros propósitos. Y, finalmente, el amor que creemos experimentar es solo una banal consecuencia de nuestro instinto de reproducción.
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Y, si mueres hoy, moriremos juntos, pues te acompañaré hasta el final. Más loco y lastimado no puedo terminar, pero tú aún tienes mucho por caminar, aunque sea en otro mundo.
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Lo hemos perdido todo en esta falsa existencia materialista, pero lo que tú me has dado jamás podría encontrarlo ni en millones de años luz, ni siquiera podría tener un igual; incluso tu brillo y cariño han sobrepasado los más tenebrosos universos plagados de frialdad, porque sé que estaremos así: siempre conectados, tú y yo ligados misteriosamente hasta el paroxismo de la eternidad.
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Encanto Suicida
