Enigma

No usé el instrumento adecuado para destruirlos y ahora han vuelto, han atravesado el laudatorio portal de los enigmas prismáticos para fusionar su veneno con mi calamidad eterna. Grandiosos monumentos destruidos sin piedad por la contención de los mártires, ejecutada sin decoro por los sellados en el recinto violáceo. Han escapado, los dejé salir y se ríen siniestramente cuando les ordeno volver. Esa prisión ya no será útil, ya no está a mi alcance el báculo de la trinidad que me permitía sobreponerme. Me han dominado, han acabado con mi ínfima cordura y se han aprovechado de mi débil y escasa permanencia. ¿Aún soy yo quien ocupa este cuerpo? ¿Todavía hay tiempo de encerrarlos y ejecutar el desentierro supremo de los hambrientos? No, es demasiado pronto para trastornarse, para horadar en el sueño del hereje y suicidarse.

Aún faltan algunos episodios en este poema delirante, algunos versos que necesito plasmar con locura antes de rasgarme la garganta y huir hacia el cielo de la serpiente plateada. El ensalzador dilema vuelve en forma de una estrofa farsante, acaba con mi paciencia y me hace olvidarte, me reconforta en su guarida sombría con el ruin propósito de enloquecer tu mirada austera hasta el día en que pueda encontrarte. ¡Vaya castigo me ha sido implantado! ¡Vaya tortura la de cuestionarse hasta el más mínimo suspiro antes de que el poder salga expulsado hacia tu divina procedencia! Quise entrar en ti y explorar el regalo del cual, hace un tiempo, fui expulsado para lamentar mi existencia. Pero entonces aconteció la duda y el miedo pulverizó el dolor que creía profesarte con extrema soltura, con demencia petrificante, para hacerme un mártir de tu sangre.

No debemos llorar ahora, ¡claro que no! Sería mejor suicidarnos y descansar hasta desquiciar a los jueces de la resurrección inoportuna. ¿Para qué se ha de volver a vaciar la canasta donde reposan nuestros sueños y voliciones? No tendría sentido retornar a este plano de abundante miseria y tolerar, por otro siglo, la estupidez infinita y el absurdo modo de vida de los humanos. Ya sabemos que la humanidad es un desperdicio y que la vida es un sacrificio que no han merecido los marcados por el falso dios dinero. Entonces ¿a qué vienen estas quejas deplorables? Podría ser que acaso aún quedara un último sacramento por destruir, un último lienzo por pintar o un primordial encuentro por degustar. Y, si no es junto a ti, ¿dónde he de odiar el mundo hasta mi corazón atravesar?

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Libro: Locura de Muerte


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Capítulo IX (LEM)

Pensamientos EHD18

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