Nada obtengo entonces, nada de ti. Y vaya que es jodidamente difícil recorrer estas calles donde antes solíamos pasear y donde solía regocijarme con tus risas, donde tu sonrisa centelleante era todo por lo que creía que valía la pena seguir respirando. Pero ahora camino y solo la soledad me acompaña, la recalcitrante y miserable soledad que emponzoña mi alma para recordarme que aquel simulacro de felicidad que llevaba impreso tu nombre ha terminado ya. Todo me parece tan sombrío, tan carente de sentido, tan grisáceo. Los colores no puedo distinguirlos ya y tan solo añoro volver a escuchar tu voz una vez más, para ver si así puedo fraguar un recuerdo que me consuele hasta el día de mi suicidio, hasta ese bello momento donde hunda la navaja en mi cuello. Porque realmente ya nada queda para mí, ya nada me interesa ni hallo en ningún lugar razones para seguir adelante. Probablemente me autoengañé todo este tiempo, pero al menos tu compañía fue algo tan bello.
Debo aceptar que ya no habrá felicidad, que el supuesto amor que tanto pregonábamos no fue sino un artificio más propiciado por la gran pseudorealidad, y que, sin importar qué cosa haga o diga, tú ya no volverás. Quizá fui yo quien te alejó, quien destruyó lo único valioso que había tenido en la vida, quien decidió estallar la bomba que aniquilaría el resplandor de tu ser. Como sea, no importa ya; de nada sirve buscar absurdas explicaciones. Todas las teorías del mundo no bastarían para arrojar un haz de luz sobre la sempiterna oscuridad que ahora se cierne sobre mi frágil constitución, sobre mi corazón deshecho y mi mente trastornada. Te has ido para siempre y sé que muy probablemente estarás mejor sin mí, pero yo, sin ti, creo que no tengo más remedio que matarme. He adquirido un revólver y lo tengo a mi lado cada noche, pues en verdad espero muy pronto tener el valor suficiente de volarme la cabeza y, con ello, poner punto final a nuestra romántica tragedia.
Sí, estoy seguro de que serás muy feliz, de que conseguirás todo lo que te propongas, de que encontrarás todo lo que yo jamás pude darte, de que hallarás lo que en mí no pudiste vislumbrar. Lo único que me amarga los razonamientos es la incertidumbre tan agónica, la cruel navaja que lacera mis muñecas al recordar que esa felicidad simulada no la experimentarás conmigo. Pero ¿acaso podía ser de otra manera el final de esta trágica historia entre ambos? ¿Podía esperarse otra cosa de un ser tan decadente y estúpido como yo? Ni siquiera me reconozco ya, ni siquiera sé quién soy ni tengo nada que hacer en este mundo. Soy más como una marioneta que obedece los designios de una fuerza anómala y misteriosa que encierra únicamente destrucción y caos. En fin, espero, sinceramente, poder poner fin a mi tristeza esta noche, la última que soportaré sin ti. El amanecer comenzará pronto, pero yo ya no formaré parte de esta realidad donde siempre fui un fracaso.
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Caótico Enloquecer