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Infinito Malestar 10

Por ahora, la bebida era un buen consuelo y excelso paliativo. Pero bien sabía que, si había más días como este, donde la desesperación y la melancolía se tornaran imposibles de soportar y donde mi mente se columpiara en la locura a cada segundo; bien sabía que, si esta situación continuaba y hasta empeoraba, no tendría otra opción sino tomar la pistola y volarme los sesos.

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Hasta cierto punto, tal vez era muy cierto que, incluso en la miseria existencial que nos arropaba a todos sin remedio, había algo digno de amarse, experimentarse y, ¿por qué no?, hasta de disfrutarse. Tal era el tragicómico teatro de la vida que todos debíamos padecer de un modo u otro, aunque a cada momento sintiéramos el doloroso impulso de abandonarlo para jamás volver.

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En última instancia, el ascetismo y la decadencia no distan gran cosa. Podría pensarse y argumentarse que sí, pero la verdad es que no. Un santo y un borracho, a su manera, tan solo intentan evadir la horrible (pseudo)realidad. ¿Podríamos culparlos por esto? Desde luego que no, para nada. Deberíamos mejor compadecerlos y sentir lástima por nosotros que hemos decidido no tomar partido por ningún camino y seguir en el peor de todos los mundos posibles de la peor manera posible: sobrios y optimistas.

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¿Qué son la verdadera poesía y el auténtico arte sino los fragmentos de nuestra fracturada esencia que se quiebra una y otra vez sin cesar en este infierno humano donde estamos condenados a divagar tontamente?

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Hoy en día cualquier idiota pretende ser poeta, filósofo o, peor aún, artista. ¡Qué bajo se ha caído ante tales delirios! Y ¡con qué facilidad la humanidad se logra revolcar en la pestilencia de la cual proviene y en la cual muere!

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No tengo realmente objeciones al respecto, tan solo puedo decir que he traspasado el límite de lo insano y que cualquier cosa, por muy desagradable o sublime que pueda ser, no me causa ya ningún efecto. Es como si al fin hubiera alcanzado aquel divino estado conocido como la indiferencia absoluta, pero sé que no es así. Sé que me (auto)engaño como todos, que mi vida es tan patética como la de cualquier otro gusano y que mi muerte no significará absolutamente nada para nadie; menos para mí.

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Infinito Malestar


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