Es bueno tener siempre con nosotros una pistola, una soga o una navaja, pues nunca se sabe cuándo decidiremos al fin abandonar esta sacrílega realidad y cruzar el umbral de la fantástica iluminación.
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El hecho de tener un hijo ya es algo aberrante, pero el de tener varios es una blasfemia digna de los más cruentos infiernos.
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La muerte de otros no significa nada y no debemos sufrir por ello sin importar cuán cercanos hayan sido a nosotros; mejor sería alegrarnos por su partida. De hecho, nuestra muerte misma tampoco significa nada; tan solo simboliza el final, afortunadamente, de nuestra patética existencia en este deplorable mundo.
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No necesitaba de más pruebas o supuestas misiones de vida que me fortalecieran, pues me había dado por vencido desde hace mucho. Lo que yo necesitaba era otra cosa, algo más definitivo y sublime, algo como la muerte…
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Me pregunto si los padres saben el delito sin nombre que cometen al procrear, al traer otro absurdo e inmundo ser a este ya de por sí pantano de absurdidad e inmundicia infinita.
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Es curioso como nuestra existencia se compone de puras mentiras y como, en nuestra infame ignorancia, abrazamos con toda nuestra fuerza estos dulces (auto)engaños.
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La Agonía de Ser