La locura es solo un mecanismo de defensa de nuestra psicótica mente cuando se descubre la avasallante verdad de nuestra sórdida existencia y cuando no podemos entender suicidarse será siempre lo mejor. Entonces resulta imposible continuar en esta pseudorealidad, llevando a cabo impensables intentos por soportarnos y por soportar a otros.
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No me arrepiento de nada en esta vida insulsa salvo de una sola cosa: haber vivido.
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La única culpa que siento es la que experimento cada mañana hacia la muerte por no haberme entregado a sus encantos todavía, por continuar en una vida que realmente detesto y por sentirme cada día más y más hundido en el infinito abismo del sinsentido y el hastío.
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Todos nuestros tormentos al fin cesarán, la absurda maquinaria humana al fin sucumbirá y de su inefable extinción surgirá un arcoíris que purificará este mundo con el canto de cientos de ángeles endemoniados cuya voz hará retumbar el firmamento. Entonces y solo entonces podremos estar seguros de que la realidad se mostrará en su forma más pura y sublime, aunque lamentablemente nuestra especie deberá ser sacrificada para ello.
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El único pecado que comete el ser es el de existir y su única condena será la de no haberse suicidado teniendo a su disposición toda una vida para ello.
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La Agonía de Ser
