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La Execrable Esencia Humana 12

No sé, a veces es extraño lo fácil que resulta para las personas creer en un montón de basura, pero parece ser más que suficiente para darle un falso sentido a su vomitiva existencia. Quizá sea reflejo sólo de su decadencia, y es completamente entendible, pues su ideología se moldeó desde hace miles de años. Quien ha nacido siendo esclavo y lo acepta como un dogma, no tiene otra opción más que morir en las mismas circunstancias.

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Realmente es difícil discernir que es real y qué no lo es. A veces creemos que nuestras ideas y las del rebaño son polos opuestos, mas finalmente todo termina por ser parte de la misma construcción decadente. Aun así, agradecería de cualquier forma la existencia de un ser como tú, ya que en tus ojos observé lo más hermoso: la inmaculada existencia y ese algo desconocido que fulgura en tus melancólicos ojos. Dentro de ti quisiera esparcir todo mi espíritu, quizás así al menos podría comprenderte un poco mejor. Y quizás así me sentiría un poco menos solo después de tal desenfreno mundano y sexual, después de todas las noches entre caricias vendidas y besos robados que no hacen sino hundirme más en el vórtice de la agonía interna. ¿Volveré a verte algún día, aunque sea pronto o en cien años? Lo único que pido es poder oler las flores de tu tumba o, en su defecto, que al menos una lágrima tuya purifique todas mis desdichas cuando el viento me arroje lejos de mi pequeño refugio.

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Nunca me entregué a la idea de que en este mundo existiese algo de esperanza, pues un simple humano no puede hacer nada contra la realidad que todos parecen percibir y en la que incluso se sienten dichosos; esto es, la pseudorealidad. No tiene caso seguir adelante, intentar luchar por algo o siquiera volver a relacionarse con alguien. Todo terminará de la peor manera posible y nuestros vanos esfuerzos solo contribuirán a acercamos un poco más a la locura de la que se columpian nuestras dudas y voliciones. Llegar a ella parece inevitable, pero al menos no tan rápido; al menos no todavía, sin que antes hayamos agotado todas las posibilidades dentro de nuestro humano espejismo.

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Basta saber que una persona quiere vivir para entender su nivel de imbecilidad y sinsentido; la muerte parece ser el símbolo de los no corrompidos, de aquellos torturados que braman en el contorno del sol negro y que no conocen otra manera de aniquilar al dios tiempo que no sea la autodestrucción o el homicidio espiritual.

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El ser siempre quiere asesinarlo todo, excepto a sí mismo; esa es la manera en que se arruina la belleza de la existencia. Quien da muerte a lo externo, debe morir también internamente. Una y otra vez el dilema se repite y las piezas parecen desalinearse sin sentido. Somos trágicos peones en un tablero que nunca podremos dilucidar, entrelazados de formas que podrían arrebatarnos nuestra cordura en un santiamén y destinados a la incertidumbre más abismal. Pese a todo, aquí seguimos, alucinando entre mariposas de alas invisibles y abejorros de zumbidos poco familiares.

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Resulta curioso que la primera reacción de los humanos ante algo que desconocen y los atemoriza o repugna sea el deseo de matar. Ojalá que algún día se encuentren en el lado opuesto de la situación, incrustados en el megalítico halo de la desesperación, pues entonces habrá comenzado el máximo idilio: el de los opuestos enfrentados por mera diversión.

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La Execrable Esencia Humana


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