¡Qué dicha llegaba cuando tu mano en mi interior reposaba!
Y la desdicha se aparecía al despegarme de tu preciosa morada
Tanto te he extraño en esta putrefacta y estulta condición humana
Que, en cada una de mis vidas, he perseguido tu luminiscente distinción
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Consciente de lo irreversible me invade lo distinto en tus brazos
Melancólico e inerte permanezco impertérrito durante la tormenta
Me sostengo de lo único que me queda, de tu vientre esculpido
De tu cuerpo imposible de encarnar con tan común esencia
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Por unos efímeros instantes pensé que soñábamos con la misma magia
Quisiera sostener su mano y encarar la tierra oscura en mi ser
Aquellas trompetas resonaban cuando esperaba por tu respuesta
Ignorado resulté y restringido a la torpeza de la crueldad expuesta
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Particularmente en esta noche distinta y efímera, ¡cómo te pienso!
Quisiera no envenenar tu puro recuerdo con este absurdo llanto
Pero este decrépito corazón no logra escapar ante esta tortura
Vuelve a mí, embriágame con tu calor y espanta esta maldita desolación
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¿No hay posibilidad de una efímera luz en la oscuridad incipiente?
¿No se puede detener la maldad que la soledad implanta en mi cerebro?
¿Por qué seguir sufriendo la vida cuando sin ti el aire es dañino?
¿Cómo cerrar las heridas de mis muñecas que se abren solas al no verte?
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Los espantosos gritos que guardo por ti se clavan punzando y sangrando
Me desgarro por la esperanza de acariciar tu rostro suave y espléndido
Sombrías elucubraciones me impiden conciliarte como real en mi mundo
Nada poseo, nada sostengo, nada tengo ni valgo sin ti en mi interior
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Si tú supieras el suplicio por el que atravieso, la escoria que represento
¡Cómo me duele seguir existiendo ante el círculo absurdo de tu partida!
La mortificación duele, la humanidad misma en mí me jode y me consume
Solo quería tus brazos y tu mirada para retirarme hacia mi última muerte
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Para: ella, mi eterno e imposible amor…
Libro: Palpitación Onírica