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Los Vínculos del Alma III

Patty caminaba con Mertin y lo miraba con profunda adoración, como nunca había mirado a nadie antes en toda su patética existencia. Tan solo hundirse en aquella profunda y mágica cara la anonadaba hasta la demencia. Si tan solo Mertin algún día supiera…, si tan solo ellos pudieran… Pero no, aquello era solo una quimera, algo que nunca acontecería. Patty, entonces, se conformaría con contemplar la enjoyada mirada verde que resplandecía como esmeralda en aquel joven que amaba en secreto. Y eso había sido, desde hace unos meses, precisamente el móvil que impulsaba su existencia. Realmente, se sentía abrumada por tantas dudas y preguntas, pero pensar en Mertin la hacía sentir muy por encima de su propia miseria.

–¿Sigues yendo con ese viejo siniestro? –inquirió Patty.

–Sí, aún lo hago. He ido unas cuántas veces en estas semanas –afirmó Mertin.

–Y luego ¿qué? ¿Hay algo sobre tu padre?

–No, aún nada. Pero puedo sentir algo extraño. Además, últimamente, cuando entro a mi cuarto, siento extrañas energías y el olor es raro, solo que nadie más lo percibe.

–Me parece que ya estás quedando loco, Mertin. Mejor ve por tu invitación a la fiesta de fin de año, será en el salón Magick.

–No lo sabía, pero no me importa. Yo solo quiero hallar a mi padre.

–Sabía que dirías eso. En fin, me voy, te veo mañana.

Se despidieron y Mertin iba rumbo a casa cuando de repente ocurrió algo. Era como si el tiempo se contrajera en su interior y el espacio daba vueltas. Una especie de línea paralela aparecía a su costado. En otro lugar del universo, en el Hipermedik, algo se movía cada vez más, exhalaba un increíble hedor y se solazaba mientras las amorfas sombras aullaban, al tiempo que sus execrables e ingentes alas entre se abrían. Unos picos con 11 puntos negros adornaban los límites de cada ala. Eran rasposas y con llagas, más grandes que las de cualquier dragón mitológico, y por ellas escurrían sangre y un fluido de color indecible. No había luz y el metro no funcionaba. Mertin estaba furioso, era la sexta vez en el mes. Enconado, salió de la estación. En ese instante, sintió algo que lo atravesó por dentro. Era como si un lazo estuviera a punto de romperse, podía sentir que una persona extremadamente valiosa estaba en peligro. Sí, era como si una conexión demasiado importante lo llamara, así que volteó hacia el segundo semáforo a su derecha y, sin tener tiempo para otra cosa, corrió lo más rápido que pudo.

–¡Cuidado! ¡Oye tú! ¡Quítate de ahí!

Sin saber cómo, Mertin pudo llegar a tiempo y ahora yacía en el suelo, con una chica entre sus brazos. Un camión estuvo a punto de arrollarla, pero Mertin se lanzó lo más rápido que pudo y, milagrosamente, consiguió salvarla, aun a costa de raspar todo su brazo derecho y de azotar contra el suelo.

–¿En qué demonios estabas pensando? O ¿es que no estabas pensando?

La muchacha era de piel blanca, de estatura mediana. Su cabello era castaño, lacio y largo. Era de cejas pobladas, delgada y llevaba los ojos vendados. Ella no supo qué decir, estaba anonadada después de lo acaecido. No se explicaba cómo pudo ser salvada, estaba segura de que iba a morir.

–¡Oye, te hablo! ¿Acaso te escapaste del hospital? –cuestionó Mertin.

–No, no… Bueno, no exactamente –respondió ella.

–¿Por qué tienes los ojos vendados? ¿Es que acaso alguien te secuestró?

–No, tampoco. Es solo que… Bueno, es una larga historia… De cualquier modo, gracias por esto, podría estar muerta.

–Ni que lo digas, no sé qué estabas haciendo ahí parada. Una cosa es que no puedas ver, pero supongo que puedes escuchar. Si quieres, podemos sentarnos al lado de ese árbol.

Los dos chicos entonces fueron bajo el árbol, se sentaron y comenzaron a charlar. Extrañamente, Mertin podía sentir una increíble sensación de tranquilidad que no experimentaba desde hace tanto.

–Me llamo July. Hace unas semanas me mudé a la calle Benebula.

–¡Qué bien, nunca te había visto por aquí! Yo soy Mertin, y vivo a unas cuantas cuadras de tu calle. ¡Es extraño, no sé por qué no te había visto antes!

–Lo que pasa es que casi no salgo. Como puedes ver, tengo un problema con mis ojos. Hace tiempo que perdí la vista.

–Entonces ¿antes sí podías ver?

–Sí, aunque mi vista siempre se nublaba por, bueno…, por cosas que todos dicen que alucinaba, y tal vez así era. Pero, aunque no pueda ver, siento muchas cosas. De hecho, mi percepción se agudizó y soy capaz de entender perfectamente los sentimientos de otros.

–Eso suena bien, no muchas personas lo hacen. De hecho, pienso que el mundo está podrido.

–Sí, eso siento en ti. Pareces alguien que guarda mucho rencor, solo que no me es posible el dilucidar por qué.

–Larga historia, July. Pero, si me cuentas la tuya, te contaré la mía.

–Solo hay un problema: recién te conozco. No suelo hacer confianza tan rápido con la gente, y menos con chicos de mi edad.

–Pues podemos comenzar ahora, no tengo nada más que hacer.

–Yo tampoco, a decir verdad. Últimamente he estado tan sola y triste…

Ella se volteó hacia él y le dedicó una sonrisa moderada. Sí, frugal, pero a la vez conmovedora. Él no sabía por qué, pero esa sonrisa lo hacía sentir bien. Era como si pudiera desaparecer todo el mal y el dolor de su ser y del mundo. Mertin jamás creyó que una mujer pudiera provocar que sus sentimientos de ira se neutralizaran por unos instantes, pero ahora todo lucía de color rosa. Platicaron un par de horas y se enteraron de varias cosas: sus gustos, disgustos, cosas de la escuela y así.

–Ya es algo tarde, me tengo que ir. Si se hace noche, me regañarán. Y, además, no avisé que llegaría tan tarde –exclamó July.

–Entiendo, tienes razón. Yo también tengo que irme. Me ha dado mucho gusto salvarte la vida y conocerte tan rápidamente. Supongo que podríamos vernos la otra semana, ¿qué dices?

–No estoy muy segura, casi no salgo y es peligroso.

–¡Vamos, di que sí! Si quieres, puedo esperarte en la esquina de tu calle, así tu madre no se molestará.

–No es eso, sino que, pues yo…

–¿Qué ocurre? Ya entiendo, tu novio se molestará.

–No seas tonto, yo no tengo novio… Está bien, podemos vernos el próximo viernes aquí mismo, este parque es un lugar tranquilo.

Se despidieron y cada uno se marchó hacia su respectiva casa. Mertin estaba confundido. Él, que siempre había rechazado todo lo relacionado al amor, se sentía bien de conocer a una chica que casi muere. Sí, ella era ciega, pero eso ¿qué importaba? De algún modo, sentía una conexión extraña, como si un posible destino los hubiese unido para enfrentar alguna clase de prueba anómala.

–¡No, basta! ¡Por favor, váyanse! ¡Déjenme en paz! ¡Suéltenme ahora mismo, malditos! ¿Quiénes son ustedes? ¡Ayúdenme! ¡Auxilio!

Mertin despertó en la oscuridad de su habitación, sudando y con una sensación de vómito. Todo parecía confuso y un extraño almizcle impregnaba su cuarto. Sin embargo, logró concebir el sueño nuevamente para no despertar sino hasta el otro día. Pero, en el fondo, sabía que algo malvado se gestaba en su ser, que algo lo vigilaba y le instaba a sentirse cada vez peor. De haber más días así, no le quedaría de otra más que matarse.

–Otra vez lo mismo de hace días. Me encontraba en una iglesia extraña, donde había símbolos esotéricos. Había allí crucifijos volteados y pintados de azul, vírgenes con garras negras, ángeles llorando sangre y una barahúnda de niños jugaba y bebía sangre de serpiente, mientras las mamás sonreían y se masturbaban con una daga muy luminosa. Posteriormente, caía por un túnel hasta una especie de salón de clases, donde se les enseñaba a los jóvenes cosas acerca de una rama de la masonería y una orden secreta, solo que no puedo recordar, por más que intento, el nombre de esa ominosa orden. Finalmente, sentía y veía unas sombras amorfas que me envolvían y me consumían. Esas son las mismas sensaciones que he venido sintiendo últimamente, siento como aquellas sombras bailan en las tinieblas y rozan mi espíritu. Además, percibo ese raro hedor que no es repugnante, pero es tan extravagante. Es como el olor a tierra húmeda y a la vez a rosas. Eso es todo lo que recuerdo por ahora. No sé qué signifique ni tampoco sé si quiero saberlo.

–Eso es increíble. No entiendo cómo es que puedes tener esas visiones si tu espíritu es débil. No debemos precipitarnos, pero es menester que pongas mucha atención a lo que ocurre a tu alrededor –comentó el exótico anciano.

–Entonces ¿sí cree usted que existan los universos paralelos?

–¿Por qué sabría yo eso? Hace ya 4 semanas que vienes aquí. Sin duda, me intriga tu curiosidad, pero lamento decirte que no tengo las respuestas para ello. Solo puedo decirte que tus ojos verán lo que el reino terrenal les permita ver y no más allá. Si quieres ver más lejos, tendrás que cambiar de plano.

–Y ¿cómo se puede lograr eso?

–Ningún humano lo puede lograr.

–Ya veo… Y ¿ahora sí me dirá qué sabe sobre mi padre?

El viejo exótico se sobresaltó y desvió la mirada. Siempre que Mertin preguntaba sobre su padre, ocurría lo mismo. Solo evasiones y respuestas vagas que el viejo cínico farfullaba en la oscuridad de aquel rincón donde se embriagaba mientras escuchaba a Mertin hablar de todas sus dudas existenciales.

–Aún no estás listo para concebirlo. Si te contara las cosas que he visto y experimentado, sin duda alguna tu mente colapsaría.

–Pues estoy dispuesto a correr el riesgo.

–¡No, no debes! ¡Todavía no estás listo!

–Conocí a una mujer el otro día.

–Y eso ¿qué tienes de especial? –contestó el viejo con amargura.

–Es extraña y, además, es ciega. Me agrada mucho hablar con ella. Siempre he considerado el tener novia como un absurdo y una pérdida de tiempo, pero ella es especial.

–Parece que alguien se ha enamorado. ¡Vaya zarandajas tan humanas!

–Sí, también lo creo así. Pero me gustaría traerla algún día. La he visto ya varias veces y le he contado acerca de mis dudas existenciales, cosas acerca de los multiversos y del tiempo. Ella igualmente está interesada en estas cosas.

–Quizá pueda funcionar si ambos intentan vincular sus almas. Podrían descubrir cosas interesantes más allá de este plano absurdo.

Mertin pasaba cada vez más días en casa de aquel viejo ridículo y le contaba todo lo que acontecía en su miserable vida. Podía decirse que se había vuelto como su confidente, como esa figura paterna que jamás tuvo y que tanta falta le hacía.

Por otra parte, las cosas en la escuela marchaban bien y ya faltaban unas cuantas semanas para la consumación del año escolar. Los profesores lucían cansados y hartos de las preguntas idiotas de los alumnos, quienes, a su vez, estaban frustrados y reprobados como de costumbre. Las notas de Patty eran las mejores, salvo por el 8 de matemáticas. Las de Koko eran normales, salvo por su 10 en inglés. Y las notas de Mertin eran, en resumen, un completo desastre. No tenía nada que ver con las del año pasado, cuando fue condecorado como el mejor alumno de la escuela y, tal vez, de la región. Pero ahora todo había cambiado, pues, desde que había conocido al viejo siniestro, estaba distraído de todo y solo le importaba averiguar qué había ocurrido con su padre.

–¿Ya escucharon acerca de la fiesta de fin de año? –preguntó Patty.

–Sí, claro. Suponía que sería en el mismo salón en que fue la de Halloween, pero esta vez será pasando el camino de los trineos, cerca, muy cerca del bosque –contestó Koko, que siempre era el primero en saber de esas cosas; sin duda alguna porque odiaba estar en su casa.

–Así es, Koko. Será genial, no puedo esperar más tiempo. Irán todos los del grupo y de otros también –afirmó Patty, emocionada sobremanera.

–¡A ver si ahora sí consigues un novio! ¡Ja, ja! –mencionó Koko.

–¡Cállate, tonto! Ya te he dicho mil veces que moriré virgen.

–Pero ¡no tienes por qué! ¡Qué odio hacia los noviazgos! ¡Ustedes 2 son igual de amargados! ¡Ja, ja! –replicó Koko, señalando a Patty y a Mertin.

Patty se sonrojó, pero Mertin se hallaba abstraído en sus pensamientos. En realidad, solía no prestar atención a las charlas de sus ingenuos amigos.

–Sigues pensando en esa chica, ¿cierto? –preguntó Koko.

–No, no es eso. Bueno, eso y muchas cosas más. Últimamente, he sentido cosas muy raras, y realmente quiero averiguar el paradero de mi verdadero padre.

–Sí, lo sé. Créeme que te ayudaremos en todo lo que podamos –sentenció Patty, aunque, en el fondo, parecía decepcionada.

Mertin se despidió y Patty y Koko se quedaron solos. Estaban muy preocupados por su amigo, pues no lo notaban devastado y cada día más cansado. Era como si algo estuviese drenando su energía, consumiéndolo desde dentro.

–Esto no me huele bien. Mertin anda muy raro, más de lo normal. Ya ni siquiera presta atención a la clase de matemáticas –dijo Koko.

–Sí, lo sé. Todo es por esa casa y ese viejo miserable. Mertin me ha contado que ya lleva muchas semanas yendo a platicar con él, pero sin saber algo de su padre.

–Deberíamos de averiguar quién es ese viejo insólito en realidad.

–No sé si debemos mezclarnos en esto. Creo que no sería conveniente perturbar las pesquisas de Mertin.

–Yo creo que sí debemos, pero ya se me hace tarde. Solo no te olvides de la fiesta, ya es en pocas semanas –mencionó Koko, al tiempo que se despedía.

Mientras tanto, July y Mertin se encontraban conversando acerca de bagatelas. Ambos se sentían bien juntos, pues habían encontrado en el otro un paliativo para su sufrimiento. Sí, una razón para vivir, al menos por un tiempo.

–Entonces ¿no me contarás qué te pasó en los ojos?

–No lo sé, Mertin. Es algo que no me gusta recordar. Ya varios médicos han intentado curarme, pero todo esfuerzo ha resultado infructuoso.

–Entiendo. Tal vez el anciano del que te he platicado pueda ayudarte.

–No sé si quiero ir a ese lugar. Tengo un mal presentimiento de todo esto. Mertin, sé que eres un hombre de confiar, pero no estoy segura de contarte todo lo que ha pasado en mi vida.

–No te preocupes, July. No tienes que hacerlo si no estás del todo segura. Es solo que el anciano me comentó que le gustaría conocerte. No es una mala persona, yo creo que lo juzgan mal. Podríamos ir ahora mismo si quieres.

–Bueno, supongo que está bien –respondió July, quien seguía mostrando una actitud de confusión y suspicacia.

 A fin de cuentas, ya tenían semanas de verse y Mertin le parecía un tipo sincero. Habían hablado de sus sueños, sus gustos, metas, aspiraciones, miedos, películas y series favoritas, entre otras cosas. Y, aunque ella no podía verlo, sentía algo muy especial por él. Porque ,de algún modo, la hacía soñar y le hablaba de recuperar la vista. Sin embargo, también la desilusionaba diciéndole que el mundo era un lugar terrible para vivir. Ella no pensaba así, solo quería recuperar la vista y contemplar lo bella que era la vida.

Aquella tarde, July y Mertin caminaban hacia la casa de aquel viejo insólito. Pero esta vez, la tarde era brava, no parecía normal. Era como si fuera el preámbulo de algo execrable y pavoroso que estaba por comenzar. Mertin pensaba en que el anciano podría ayudar a que July recuperara la vista y también aquellos vagos recuerdos de su niñez. July, por su parte, pensaba en su madre y en que seguramente no tendría para pagar la renta, en que dentro de muy poco ella tendría que hacer lo impensable… En otro espacio terrenal, Koko yacía sentado frente a su computadora, lleno de un enorme coraje hacía sus hermanos y su aflicción por ser el menos querido, porque eso era: un hijo no deseado. En cuanto su hermano naciera, su familia se olvidaría de él para siempre. Patty estaba acostada y elucubraba acerca de aquel maldito día…

Mientras tanto, en otro plano del Hipermedik, las criaturas amorfas bramaban y se retorcían, mientras cruzaban dimensiones. Silliphiaal esperaba el momento de su despertar. Ya sus alas estaban fuera, sus manos negras con manchas blancas y uñas que podían rasgar el alma se encontraban libres. Ya faltaba muy poco para que los destinos fueran sacudidos como había ocurrido hace tantos eones. Pues esta entidad hermafrodita podía manipular los hilos del destino a su voluntad y podía moverse por el camino de dios. Finalmente, aquel viejo siniestro pensaba que aquello que hace ya tantos años había comenzado, rendiría sus frutos pronto. Estaba seguro de que Mertin era el indicado y la joven que hoy llegaría a su morada era la portadora de los ojos. Había pretendido no saber nada al respecto, pero, en realidad, vigilaba a Mertin desde hace mucho y sabía de su vínculo con July más de lo que este creía. Los dos incautos jovencitos se detuvieron frente a la casa vetusta y todavía lo pensaron cuidadosamente antes de llamar. July tenía mucho miedo, pero Mertin estaba plenamente convencido de que el viejo era un amigo y que, si bien tenía extraños tintes de demencia, de ninguna manera podía atreverse a hacerles daño.

–¿Se encuentra ahí, viejo? –gritó Mertin, al tiempo que golpeaba la puerta.

–Sí, ya voy. Adelante, pasen… –dijo el viejo con voz misteriosa.

Cuando entraron, nuevamente el interior lucía distinto. Ahora estaba más derruido y había más telarañas. Aquel extraño pasillo que conducía al fondo parecía más angosto. Sin más ni menos, los jóvenes siguieron al viejo siniestro hasta la habitación donde el extravagante hedor a aquella nefanda sustancia los llenó de nostalgia y temor. Mertin nunca había sentido tal incomodidad en sus previas visitas, ¿por qué ahora parecía como si las vibraciones estuviesen sumamente alteradas? Como sea, prosiguió con su cometido y presentó a July al viejo.

–Ella es la joven de la que le había contado.

–Lo sé, he sentido su presencia hace siglos… –replicó el anciano sin poderse contener.

–¿Hace siglos? ¿Qué quiere decir con eso? –inquirió Mertin.

–No importa… Supongo que has venido aquí porque hace una semana te comenté que había algo que la podía curar.

–En efecto, esa es mi motivación. ¿Realmente puede usted curar a July?

–No me es posible curarla yo mismo, pero sé de un lugar en donde puedes curarla. Solo debes estar comprometido a ir ahí y hacer lo que debe hacerse.

–Desde luego que iré. Haré lo necesario para que ella recupere la vista.

–No estoy tan seguro, los fulleros como tú nunca logran algo grandioso, ni siquiera tienes una idea de lo que acontecerá si vas a ese lugar. Lo más nefando de las dimensiones superiores te espera y aún eres demasiado humano para conquistar el Hiper…

–No comprendo a qué se refiere con eso –interrumpió nuevamente Mertin.

–No tiene importancia, no debes comprenderlo, solo sentirlo. Ese es el gran error de la humanidad: siempre busca explicación a todo. Ya deberías saber que el destino estará de tu lado cuando te entregues a él. Pero en fin, dejemos los sermones para después. Ahora solo necesito hacer una inspección de esa mujer, tal como lo hice contigo.

El viejo se acercó a la joven y, al igual que con Mertin, colocó una mano sobre la frente de July. Se dispuso a entrar en trance, a intentar visualizar el interior de su alma. Pasados unos minutos, comenzó a dilucidar algo, pero…

***

Los Vínculos del Alma


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