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Los Vínculos del Alma XVI

Lo que le había ocurrido a aquel desdichado niño de brazos de crucifijo era más atroz de lo que se esperaban, pues estaba empalado y cubierto de un líquido cerúleo que parecía ser su propia sangre. Los crucifijos que tenía en los brazos estaban arratonados, sus ojos con agujas clavadas y todo su cuerpo lacerado por algo desconocido, pero que, indudablemente, le había ocasionado un profundo sufrimiento físico y mental. En cuanto July borrosamente percibió el sacrilegio tan abominable, apretó los ojos con fuerza y comenzó a brotar sangre de ellos. Aquello ya era demasiado, significaba algo que no podía tolerar. ¿Qué sentido tenía que existiera aquel universo de la tristeza infinita? ¿Acaso todo era solamente una pesadilla de la que despertaría en cualquier momento? No obstante, todo se sentía tan real, tan inmanente.

–Esa sangre es la misma que salía de tu chapoteada vagina cada vez que te violaba en las noches –exclamó con malicia Desmetis.

–¿Qué estás diciendo, infeliz? ¿Cómo te atreves a hablarle así a July? ¡Eres un bastardo! –vociferó Mertin, quien parecía recuperar la cordura.

–¡Ay, Mertin! Siempre te estaré agradecido porque, gracias a ti, soy lo que soy. Tú no sabes ni la mitad de la historia, pero seguramente July sí sabe a qué me refiero, o ¿no, amorcito? Creo que su virginidad me pertenece y que su vagina, incluso ahora, huele a mí.

–¡Eres un maldito, te odio! –exclamó July, más enfurecida que nunca.

–Entiendo que no lo recuerdes, pero yo te haré recordar, puta. La verdad es que has sido mía varias veces… ¿Recuerdas todas esas noches en donde despertabas con sangre en tu vagina, tan agitada y sudorosa, tan cansada y con la sensación de un extraño líquido necroazul en algún lugar desconocido de ti? ¡Pues era yo! Así es, después de haber parasitado el aura de Mertin, pude irme desarrollando gracias a la constante provisión de energía negativa de la cual su alma me llenaba. Posteriormente, pude desarrollar esta forma, aunque algo más elemental. De la vestimenta, ni me preguntes, que esa ni yo sé de dónde vino. Ahora a lo importante, cuando Mertin te conoció fue que supe que eras tú quien tenía el poder para darme lo que yo quería. Sí, mis recuerdos regresaron. Tal vez gracias a que estaba más desarrollado y a la presencia de tu superalma. Fue así como durante tus sueños lograba colarme por un vórtice dimensional y llegar hasta ti. Desde el primer momento que te vi, me atrajiste y sabía que eras tú quien estaba destinada para despertar a Silliphiaal. No podía tocarte físicamente todavía, así que resolví hacerlo espiritualmente. Muchas noches violé tu alma, la hice mía con tanta violencia y tú solo tenías terribles pesadillas. Te follé y te penetré con todo lo que tenía, aunque, a decir verdad, no sé por qué algunas cosas se manifestaban en la dimensión terrenal. Lo hice muchas veces y cada vez era mejor, solo lo hacía en tus sueños porque no podía aparecer físicamente en esa dimensión. Yo puedo salvarte de ese destino que te espera, pero debes casarte conmigo.

July estaba conmocionada y sentía cómo todo en ella se revolvía, sentía ganas de vomitar y de suicidarse. No podía creer que aquel desagradable sujeto hubiera corrompido su pureza de esa manera, aunque fuese solo en el mundo onírico.

–Bueno, les dije que este sería su final y, al menos, les contaré algunas cosas para que entiendan mejor todo esto que ha acontecido. Yo sé más de lo que ustedes creen, todo esto es como un juego para mí. En fin, ha llegado el momento de la sorpresa mayor; de hecho, son dos.

En la última celda dimensional apareció la imagen de un hombre de mediana edad, pero terriblemente pálido y acabado; parecía como si alguien o algo le estuviese absorbiendo la vida. Físicamente, era muy parecido a Mertin. Lo aberrante de esta aparición era que el tipo estaba pegado, o así podría decirse, a una masa deforme que palpitaba y era del mismo tono necroazul. Escurría una baba tremendamente viscosa, un herpes repulsivo se formaba en cada unción entre esa cosa y el hombre. Parecía como si fuesen uno mismo, pero esa masa se alimentaba del hombre, o esa impresión daba. Su abdomen estaba sumergido en aquella grosera monstruosidad, conectando sus intestinos salidos con lo que parecía ser una especie de pene putrefacto por donde fluían sangre y semen. Sus brazos y piernas quedaban colgando, al igual que su cabeza. Ambos, el hombre y la blasfemia de porquería formaban un solo ser, y el primero parecía haber perdido la mayor parte de su energía vital.

–Bien, aquí está una de las piezas claves. Esa cosa es el equivalente a un depósito de energía en descomposición latente, y está conectada espiritualmente al recto de Silliphiaal.

El hombre levantó levemente la cabeza y, al ver a ese joven de ojos verdes y tristes, exclamó:

–Mertin, eres tú… Siempre soñé con volverte a ver alguna vez, pero ahora…

 Sin embargo, la voz del hombre era débil y desalentadora. Se hallaba terriblemente lacerado y oprimido por una energía sumamente poderosa. Mertin sintió cómo un traqueteo lo invadía por completo, ¡no podía ser posible! Todo el cuerpo le temblaba y reconoció a ese hombre tras una breve inspección. Sí, era el hombre que por tanto tiempo había estado buscando, ese que siempre había querido mirar nuevamente.

–¡Padre! ¡Tú eres mi padre! ¡En verdad eres tú! ¡Te encontré!

–Hijo, no sé cómo, pero, de algún modo, me alegra verte. Eres todo con lo que siempre soñaba, no sé qué hacer o decir.

–Padre, ya no hables, estás muy débil –sostuvo Mertin con lágrimas en los ojos.

Se escuchó una risa demoniaca y la deforme masa en que estaba confinado el padre de Mertin palpitó más rápidamente.

–¡Qué alegría, padre e hijo se reencuentran! ¡Qué bello, qué sensual! Es una lástima que no puedan estar juntos, pues debo darme prisa. Lo siento, pero tengo otros planes, así que mejor despídanse.

Las lágrimas caían del rostro de Mertin abundantemente. Aquella persona que por tanto tiempo había estado buscando, finalmente estaba frente a sus ojos. Aquel padre que tanto odio y amó, aquel que nunca tuvo y que tanta falta le hizo, aquel con el cual soñaba y tanto añoraba encontrar. Mertin sintió cómo una fuerza inexplicable impregnaba cada recodo de su cuerpo. Era ira y valor, odio y amor; era algo que jamás había sentido.

–¡Desmetis! ¿Cómo te atreves, maldito? ¿Cómo puedes jugar así con las personas que más quiero? ¿Quién demonios te crees? No me importa quién seas, no me importa cuál sea mi conexión con todo esto, no me importa en qué dimensión estemos ni cuántos universos existan. ¡Yo no permitiré que nada de esto continúe! ¡Estoy harto!

Entonces el llavero que Mertin llevaba consigo, ese que lo unía con July, comenzó a brillar fuertemente. Mertin dio un golpe con todas sus fuerzas y la prisión dimensional en donde se hallaba se tambaleó. La pared que recibió el golpe se cuarteó, pero no lo suficiente. Sin embargo, la mano de Mertin ahora estaba borrosa, era como si se la hubiese fracturado espiritualmente.

–¿Qué ocurre? ¡No es posible! –exclamó Desmetis enfurecido–. ¿Por qué? ¡Esto es imposible! ¿Cómo puede un ser de las dimensiones inferiores, un simple humano, lograr esto? Ni siquiera uno de los jueces del karma y la reencarnación lo logró, ¿por qué él pudo hacer esa grieta en la pared dimensional que yo cree?

–¡Mertin!, ¿estás bien? ¡Tu mano está demasiado diáfana! –expresó July con preocupación.

–¿Cómo pudo ese sujeto hacer lo que ni yo conseguí? ¿Es acaso que su conexión con el pasado es…? ¡No puede ser! –exclamó Isis boquiabierta–. ¡Tú eres…!

Desmetis se puso serio por primera vez desde su aparición. En su mirada insana y aberrante el odio se incrementaba exponencialmente, era como si no tolerara que sus planes fallasen en lo más mínimo.

–Mertin, me sorprendes… Nunca pensé que un humano lograra tanto e, incluso cuando te parasité, no esperaba tanto de ti. Ahora estoy convencido de que tú también perteneces a la Sociedad Oscura.

–¿Sociedad Oscura? ¿Qué estás diciendo? ¡Nunca había escuchado nada de eso!

Entonces July recordó que Abdeko le había mencionado una vez que él provenía de ese mismo lugar. ¡Qué extraño!

–Abdeko dijo que él provenía de ahí una vez.

–Sí, así es. Ese entrometido parece haber seguido mi energía hasta aquí, y también sabe muy bien quién soy yo y quienes son ustedes.

–¿Tú le hiciste eso a Abdeko, desgraciado? –inquirió Mertin.

–Tranquilo, amiguito –afirmó Desmetis, recuperando su buen carácter–. Es inútil, no volverás a dañar la pared dimensional. Tu espíritu está demasiado débil después de ese impacto. En fin, ustedes me dan tanta lástima que les concederé escuchar dos confesiones más. Así, se irán felices a la nada para siempre. Comenzaré por Abdeko y, como premio, haré que recupere sus recuerdos perdidos. Aquí vamos…

El lugar se tornaba cada vez más sombrío y una babel de relámpagos y truenos envolvían el Hipermedik, las ominosas imágenes se intensificaban y la salvación se extinguía a cada segundo. Las Belz pululaban en todo el cielo, riendo y retorciéndose repugnantemente.

–¿Qué está pasando? ¡Todo se está tornando más terrible que antes! Puedo sentir una presencia inmensamente inquietante y perversa. Es algo que jamás había sentido, no puedo controlarme –expresó July con un horripilante gesto.

–No te desesperes, golfa. En poco tiempo, llegará el invitado especial que nunca puede faltar. Ahora haré que ese bueno para nada recupere un poco de su ser, si es que aún puede hablar… ¡Ja, ja!

Desmetis metió su mano en su trasero y, de la ingente sustancia que tomó, se formó una especie de pulpa necroazul que se pegó a Abdeko. Las Belz revoloteaban a su alrededor y, en menos de unos segundos, el niño de los crucifijos estaba de vuelta.

–¿Dónde estoy? ¿Qué hago aquí? ¿Qué me pasó?

Abdeko pegó un grito terrible cuando se vio a sí mismo empalado y en tan ínfimas condiciones. No podía creer todo lo que le habían hecho, especialmente le disgustó sobremanera sentir una sustancia viscosa escurriendo de su ano.

–Le devolvió la vida o el alma, o lo que sea –dijo Mertin estupefacto.

–No es difícil para mí, solo modifiqué su destino un poco. Ahora, lo mejor será que hables, porque no puedo esperar para obtener el poder máximo. ¡Habla, imbécil!

–Abdeko, no le hagas caso. Si no puedes hablar, no lo hagas –formuló July con una mueca de ingente compasión.

–No te preocupes July, ustedes deben saber lo que no pude decirles. Incluso si estoy en este estado, para mí no hay salvación, pero ustedes pueden lograrlo.

–Abdeko, no quiero que digas una palabra más. Lo importante es que estés vivo, te salvaremos a como dé lugar –dijo Mertin, algo debilitado.

–Mertin, no cabe la menor duda: tú eres esa persona y ella es esa otra. No hay vuelta atrás para mí, quiero que sepan que ustedes son mis mejores amigos por siempre… El portal por el que se fueron se llama Feyizte y conduce directamente al bardo, que es el lugar donde las almas de muchos universos paralelos se purifican. Ahí, de hecho, son acondicionadas para su próxima reencarnación y muchas cosas maravillosas suceden. El bardo es el universo más hermoso de todos los multiversos, eso sí. Después de haberse marchado ustedes, fui capturado por ese sujeto, quien me torturó como se le dio su gana, aunque gracias a eso he recordado muchas cosas. Ustedes también provienen de la Sociedad Oscura, sus superalmas están íntimamente conectadas por la eternidad, es un nexo espectacularmente vetusto. Mis recuerdos son borrosos, mi mente es un torbellino. Yo conocí este lugar cuando habitaba en la Sociedad Oscura, vine aquí varias veces, solo que era algo diferente. Supongo que la consciencia de Mertin y sus amigos lo alteró todo. No puedo hablar en términos de tiempo y espacio porque en las dimensiones altas esos conceptos son fútiles. Toda su ciencia es inexacta, ese no es el camino a la comprensión. Recuerdo también cómo perdí ambos brazos y estos crucifijos estaban en el cruce de dos universos, ellos se clavaron en mí y luego desperté en el universo de la tristeza. Ese sujeto llamado Desmetis es el parásito espiritual que crearon en la Sociedad Oscura, pero nunca pensé que fuese a causar tanto daño. Escuchen, deben impedir que logre sus objetivos. La clave está en los llaveros, esos son los llaveros de la esperanza…

–Bueno, ya estuvo bueno de tantas tonterías, niño. Creo que hablaste de más, pero no importa. ¡Ahora, lárgate a la nada! ¡Ja, ja, ja!

Abdeko comenzó a girar una y otra vez empalado. La sangre brotaba de su boca y de su trasero salía algo parecido a excremento con semen. Desmetis no podía controlar las carcajadas y Abdeko gemía como un vil animal. Finalmente, su cuerpo explotó, sus intestinos salieron disparados y los crucifijos que tenía por brazos se fragmentaron hasta que no quedó nada de aquel curioso niño.

–¡Abdeko! ¿Qué le hiciste? ¿Por qué se fue? ¡No puedo sentirlo! –formuló July.

–¡Es inútil, July! –mencionó Mertin–. Abdeko se ha ido para siempre…

–¡Maldición, no lo creo! Él era mi amigo, un buen tipo. ¿Por qué lo haces? ¿Qué ganas con todo esto, miserable?

–Yo seré el que controle todas las dimensiones, tanto superiores como inferiores, pero para eso necesito apoderarme del poder de Silliphiaal. Además, hay algo que quiero de ti y son tus ojos, aunque con ligeros cambios.

Desmetis rio como un demente, estaba incontrolable. Por la boca le escurría toda clase de porquería necroazul producto de su infame digestión, y sus ojos relampagueaban en sintonía con los estruendos de aquel universo nefando.

–Y eso a nosotros ¿qué? ¿Por qué no nos dejas en paz? ¡July ni siquiera puede ver, idiota! –sostuvo Mertin.

–Humano, todavía no lo entiendes. Tan solo observa tu mísero mundo, ustedes son nada para mí. Pero ya casi es hora, ¡contemplen a la criatura que me hará alcanzar la divinidad!

De la pirámide con un ojo en la cima comenzó a salir un gas de color necroazul y las Belz aullaban y se retorcían endiabladamente. De pronto, del mismo lugar de donde Mertin había arrancado la Flor de Lilith, apareció algo. Era una criatura inmensa, se podían apreciar sus alas, más divinas y terroríficas que cualesquiera otras. Sus proporciones eran tan perfectas, se podía sentir una presión inmensa y, al mismo tiempo, una tristeza monumental. Sin embargo, solamente se apreciaba la sombra de esa inefable criatura, su verdadero ser estaba oculto todavía. El hedor execrable se extendió por todo el lugar, las terribles imágenes se agitaban en el cielo, todo parecía converger hacia esa maldita sombra ingente que acababa de aparecer.

–¿Qué demonios es eso? Nunca había visto algo similar. Es tan ostentosa la presencia de esa cosa y, al mismo tiempo, emana un olor que ya había percibido antes; además de que esparce una tristeza y una angustia increíbles. ¿Qué será? ¿Por qué me es tan familiar? –divagó Mertin.

–Mertin, tengo mucho miedo –expresó July–. La presencia de esa criatura que acaba de aparecer me es tan familiar y hace que me sienta sumamente agobiada.

July se recostó y sus ojos sangraron con bastante intensidad. Su angelical y cristalino rostro se había tornado rojizo y lastimero, tanto que daba lástima verla en tales condiciones. Sus manos y sus piernas temblaban mucho, parecía como si estuviese sufriendo un ataque de pánico o algo por el estilo.

–¿Qué le has hecho, maldito? ¿Qué es esa enorme cosa que salió detrás de ti? ¡Habla ahora mismo, Desmetis! –gritó Mertin.

–Esperaba que lo preguntaras –expresó Desmetis, riendo vehementemente–. Es hora de que todo termine, pero antes dejaré que tu padre te explique un poco acerca de todo lo que él sabe sobre esto. Será algo divertido, supongo. ¡Je, je!

Mertin apreció con horror cómo esa masa de porquería en donde estaba contenido su padre palpitaba con más fuerza que nunca, y este parecía sufrir con cada palpitación. Además, había una especie de cordón que lo unía con aquella sombra y parecía drenar su energía. Mertin quería liberar a su padre y entender qué conexión tenía con aquella situación, pero, por ahora, nada podía hacer sino escuchar.

–Mertin, hijo mío. No sabes cuán feliz estoy de ver cómo has crecido, aunque seguramente esta será la última vez que te veré. Ya no hay salvación para mí, todo esto fue mi culpa. Yo fui quien se metió en asuntos que no debía y estas son las terribles consecuencias. Espero que algún día perdones a este viejo tonto por sus caprichos.

–No digas eso papá –contestó Mertin, llorando incesantemente–. Tú no tienes la culpa, soy yo quien la tiene por tantos sentimientos negativos que acumulé.

–Tú solo eres un chico que ha sufrido lo que su padre hizo, y tu superalma guarda una conexión demasiado especial con una sociedad que ni yo entiendo. Te diré lo que sé, me estoy quedando sin fuerzas. No sé cuánto tiempo pueda resistir, así que solo escucha con atención.

–¡No, papá! No quiero que mueras todavía, no sin que antes pueda abrazarte. Apenas nos encontramos y ya nos tenemos que despedir, ¡no puedo aceptar algo así!

***

Los Vínculos del Alma


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