El suicidio, sinceramente, debería ser considerado también como una meta o un objetivo más en la vida. Es más, como un proyecto de vida, pues la realización de tal acto, considerando que de cualquier modo moriremos algún día, no es sino una sublime poesía hacia nuestro destino.
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La existencia está sobrevaluada en demasía, ni siquiera es tan buena; de hecho, no es para nada buena. ¿Por qué entonces no buscar con ahínco su opuesto? Tal vez la inexistencia sea mucho, pero mucho más interesante y adecuada.
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Lo único que quería era ser libre por una vez en mi vomitiva existencia. Libre del trabajo, del hogar, de las obligaciones, de las necesidades, del sexo, de los impulsos, de los pensamientos, de las emociones, de los sentimientos, de las reflexiones, de las meditaciones, de la sociedad, de la humanidad, del mundo, del universo, de la realidad, de la vida, de la muerte, de mí mismo, de la existencia misma.
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El odio que podemos llegar a sentir siempre será mayor que el amor, de ahí que existan muchos más asesinatos y crímenes que actos de bondad y benevolencia.
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Besar tus labios era ya todo lo que deseaba y tan solo era esa la única razón de que aún no me matara, aunque, debo confesártelo, me gusta más besarte ahora que cuando aún estabas viva.
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El libro rojo sobre la mesa con imágenes delirantes y escurriendo en sangre era el último testigo de mis huecas palabras, pues todos los demás se habían marchado paulatinamente. Y no es que los necesitase, para nada. Es tan solo que una extraña nostalgia me invadía al recordar aquellos momentos que jamás debieron haber sucedido; al recordar una vida marcada por la tragedia y que, justo ahora, estoy por llevar a su fin mediante el encantador acto del suicidio.
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Manifiesto Pesimista
