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Me gustas mucho (1)

Me gustas mucho, como no te lo imaginas. No dejo de pensarte en todo el día y te extraño en demasía. A veces siento que sería mejor dejarte ir para solo contemplarte desde la lejanía, siendo libre y tú misma. Pero, en otras, siento que expresarte lo que siento por ti es lo ideal, y así lo hago. Me agrada imaginar que algún día volveré a verte cara a cara, y que tus ojos volverán a conectarse con los míos. Tal vez, por ahora, no puedo mirarte como me gustaría, ni tampoco deleitarme con la divinidad de tu compañía ni con la perfección de tus labios, pero te pienso como un demente. Y me gusta, en las noches frías, imaginar que siento el calor que desprende tu hermoso cuerpo. Me gusta imaginar que nuestras almas se rozan y se acarician sin parar, que todo se siente tan jodidamente bien cuando estoy contigo. Sé que es solo un autoengaño más de mi patética mente, pero no puedo vislumbrar algo más sublime que sostener tu mano y marchar juntos hacia el suicidio.

No lo voy a negar, la verdad es que te extraño y te adoro con locura, pues eres un ser demasiado especial en mi efímera existencia. Estar a tu lado, abrazarte, besarte, perderme en el dulce cielo de tu mirada… Todo eso se siente tan endemoniadamente bien, casi como si fuera una jeringa con heroína sobre mis venas. ¡Y qué bello me parece el haber tenido la dicha de conocer a un ser tan encantador como tú! Con esa voz que no me cansaría de escuchar nunca y esos ojos tan bellos que no me cansaría de mirar nunca. Debo admitir que me robas muchos suspiros y uno que otro pensamiento alocado, pues estar a tu lado se siente como lo más sagrado en este mundo decadente. Pero lo que más me gusta es cuando me pierdo en tu mirada y tú en la mía. Cuando, por unos instantes, podemos observarnos desde dentro y sentir que todo, a pesar de lo absurdo y lo trágico, puede ser poéticamente perfecto si es tu boca la que se entrelaza con la mía durante una fracción de la eternidad.

No sé, quizá simplemente me fascina estar contigo, disfrutando de una cena o de una buena charla; quizá solo me encanta sonreír mirándote beber una copa de vino y sintiéndome tan afortunado por poder estar ahí, exactamente frente al ser que yo más amo. Sí, ese era mi pequeño secreto, pero te lo diré: soy adicto a ti, a todo lo que tú eres, dices y haces. Te miro desde tantos ángulos, mezclando tantas perspectivas. Quizá ni te lo imaginas, pero, de cualquier manera, para mí eres la persona más inteligente y hermosa. Cuando estamos juntos disfruto inmensamente de ti, porque eres como un regalo en mi triste y patética existencia, uno que tal vez ni siquiera merezca, uno que acaso se desvanezca dentro de poco. Te observo y me siento encantado, sumamente halagado y, ¿por qué no?, hasta feliz con tan solo saber que un ser tan divino como tú existe. No dejo de pensar ni un segundo en ti, aunque sé que esta obsesiva fijación es solo mía, pues yo no existo para ti y jamás lo haré.

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Caótico Enloquecer


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