Odiando tu ausencia

Odio más que nunca mi vida, todo parece aún más absurdo y patético que antes, en especial yo mismo. Odio este cuarto, estas calles, esta ciudad, las personas que diariamente veo pasar y que lucen tan indiferentes. Odio la hora de la comida, la hora de despertar, la hora de dormir. Odio hacer ejercicio con desgana, beber agua por obligación, respirar por convicción. Odio el trabajo, el tráfico, las risas a mi alrededor. Odio a las parejas caminando por ahí, compartiendo un helado o simplemente abrazándose. Odio cuando está soleado, cuando está nublado, cuando llueve. Odio el calor y también el frío. Odio mi soledad, mi tristeza, mi melancolía, mi nostalgia, mi pesimismo y mi decadencia. Odio estas malditas pastillas, estas botellas ya vacías, estos cigarrillos esparcidos en el suelo. Odio tantas cosas, tantos pensamientos obsesivos en mi cabeza. Odio recordar esos momentos, esas sensaciones, esos suspiros, esos abrazos, esos besos, esa calidez, esos ojos, esos cabellos, esos días a tu lado. Odio mi fragilidad y las lágrimas que cada noche me acompañan en mis veladas suicidas. Odio estos escritos tan depresivos y desesperados, odio esta tinta esparcida en tu nombre.

Odio esta condición tan desconcertante que me hace volver a ese tiempo donde fui tan efímeramente feliz a tu lado. Odio rememorar esas escasas noches donde finalmente hallaba en tu alma un consuelo para todo mi sufrimiento. Odio aceptar que me he enamorado de ti y que, aunque lo intente, no puedo estar sin ti. Odio que te apoderes tan delirantemente de mi mente y que opaques cualquier otra idea, lugar o persona. Odio que ya ni siquiera tenga ojos para nadie más, que ya no quiera conocer a ninguna otra mujer. Odio haberte conocido, pues desde entonces me has dado motivos para seguir vivo, y es que yo ya solo pensaba en el suicidio. Odio sentirte tan cerca sabiendo que estás tan lejos, que ni siquiera podré rozar tu mano esta noche que apesta a muerte. Odio este desequilibrio mental que solo tú me ocasionas, pero que, a la vez, me tiene embriagado. Odio emocionarme como un estúpido cuando llegan tus mensajes y sonrío idiotamente al leerlos. Odio que sea tan natural la manera en la que me haces sentir feliz con tan solo una mirada, una caricia, una llamada, un mensaje, una migaja de tu divino amor.

Odio tener que esperar por ti, tener que contener los deseos que tengo de perderme en ese dulce cielo que solo alcanzo cuando saboreo tus deliciosos labios. Y en verdad odio mi debilidad y lo infantil que parecen todos estos comportamientos, estos celos, esta agonía, esta penumbra de tinieblas que se ha cernido sobre mí desde tu partida. Odio incluso volver a verte, tan solo porque sé que tendremos que separarnos nuevamente. Odio imaginar tantas cosas a tu lado, y es que, aunque quiera, me es imposible no ilusionarme contigo, pues eres lo que yo más adoro en este mundo aciago. Odio necesitarte, extrañarte, quererte y amarte. Odio molestarte continuamente con mis frases incoherentes. Odio escribirte sin poder obsequiarte inmediatamente mis poemas. Odio estar triste, aún más ahora que no estás aquí. Odio saber que, quizá, ni siquiera pienses en mí la mitad de lo que yo en ti. Odio esta ridícula dependencia emocional que me tortura tanto. Pero ¿sabes que es lo que más odio? Pues lo que yo más odio es este sentimiento tan punzante que me susurra que ya no puedo ni quiero vivir… sin ti.

.

Para mi eterno e imposible amor…

Libro: Melancólica Agonía


About Arik Eindrok
Previous

Pensamientos ES26

Capítulo XXI (LCA)

Next