El mundo, la humanidad y todo lo derivado de ella, incluyéndome, no hacían otra cosa sino asquearme hasta el punto de pensar solo en la muerte como el único remedio a tan atroz desvarío.
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¿Hasta cuándo seguiría resistiéndome y soportando esta agonía? ¿Hasta cuándo aceptaría, finalmente, que la existencia humana no tenía ningún sentido y que mi alma solo era una vil patraña?
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Tantas cosas había cuestionado, de tanto me había asqueado con el paso del tiempo. Y ahora, cuando creía haberme desprendido de las inmundicias que habían contaminado mi mente desde que creo existir, al fin el suicidio me llama y se apiada de mí.
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¡Cuánta falsedad imperaba en la absurda sociedad humana, cuánta estupidez abundaba en las frágiles mentes de las personas, quienes aceptaban todo cuanto los gobiernos, las religiones y las grandes corporaciones les dictaban!
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Lo más patético en el ser no es el sinsentido de su existencia, sino la atroz forma en la que se aferra a su estupidez e ignorancia.
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La Execrable Esencia Humana