No obstante, antes del fin, antes del sublime amanecer suicida, debo confesarte que me enamoré como un pobre loco de ti, aun sabiendo que solo existías en mí. Sí, solo estabas ahí en imaginación más retorcida, en mi soledad más recalcitrante y en mi muerte más soñada. Pero, al fin y al cabo, no eres más que la culminación de mi agónica locura, pues jamás pude, ni en mis más violentos esfuerzos, tocarte. Y jamás podré, por más que lo intente, rozar tu alma hermosa y delirante.
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Eres como una dulce y suave luz, tan pura y sagrada, y que me da esperanza en este infierno absurdo que es la vida.
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Y, si un día de estos, me atrevo a robarte uno beso, ¿dirías que es incorrecto? O ¿tan solo vivirías lo mágico del momento?
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Tal vez tu boca esté ahora sobre los labios de alguien más, pero no importa, pues tú eres ya por quien aún late mi triste corazón suicida.
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¿Cómo alejarme de ti cuando eres el único motivo por el que aún respiro? ¿Cómo hacerlo cuando el inefable melifluo de tu voz es lo único que quiero escuchar todo el tiempo en este sacrílego sinsentido donde pretendo que existo?
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Algún día quizás entiendas lo mucho que me gustabas, aunque sea en otro universo, en otra dimensión, en otra vida, en otro cuerpo.
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Para mi eterno e imposible amor…
Libro: Romántico Trastorno
