¡Con qué furor reclamaba el retorno al origen supremo del ser mitificado!
Y es que vivir me hacía postrarme ante los pies del martirio personificado
No quería hacerlo, pero era forzado a proseguir enclaustrado en esta cárcel
El ritmo nefando de la existencia movía mis apáticas palpitaciones en el corcel
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Era un vejamen despertar cada mañana y enfrentar un nuevo y absurdo sacrilegio
Solo los sueños profetizaban un idilio quimérico mucho menos repugnante
Y, conforme me desenvolvía en los infiernos, se pudrían mis únicos anhelos
¡Cuán dichoso hubiera sido si la nada me hubiera arropado con su melifluo eterno!
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Malvadas formas que escinden mi atrofiada percepción en variadas siluetas
Cada una absorbiendo con majestuosidad la repelente sombra de la verdad
Rugiendo en los altares del despertar fantástico, del monumento encomiástico
Fueron sus ojos en la frente los que desparramaron la frenética mentira en mi mente
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Feroces tejidos vegetales esparcían las semillas para la nueva semblanza del caos
Excluidos debían ser los viles mortales de tan extravagantes y elevadas disposiciones
La apostasía humana no concebía tiempo ni universo para demostrar su cruenta fuerza
Me era imposible resistir los inmanentes impulsos que ensuciaban mi irregular fuente
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Los siete puntos oscurecidos fueron entre la neblina granate cuyo trueno rasgo el espíritu
La esencia de los puros fue embadurnada con el moho fétido de la lascivia encarnada
¿Quién recitará ahora los restantes capítulos de la más trágica historia semihumana?
¿Qué será de los espirales eternos cuyos contornos aguardan ansiosos el gran retorno?
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Han sido agotadas las entelequias de los todopoderosos caimanes legendarios
Un pequeño lobo solitario refulge tras impregnarse de la verdadera sustancia cósmica
Vuelan en pequeños trozos, raptan indicios de maniáticos prestos al suicidio fugaz
Se empapan las manos con el néctar que la muerte regurgitó eones y universos atrás
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Y, con todo eso, inclusive así me apenaba abrir los ojos para contemplar mi propia faceta
Lo cotidiano de los rasgos en la mundanidad del ser se tornaba en mi peor trinchera
Rasguños en el alma y agujeros en la mente eran todo lo que me quedaba para fumar
Perderme en distorsiones pigmentadas para evadir la visión de la tergiversada realidad
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Libro: Irrefrenable Tristeza