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Infinito Malestar 22

A veces, quisiera en verdad saber lo que ha sido de ti y de tu vida… No obstante, me atemoriza también descubrir que alguien más ha logrado hacerte feliz. Bien sé que tus deseos suicidas podrían también haberse materializado hace mucho y que tal vez solo sigues existiendo en mis retorcidos y sombríos pensamientos. Lo único que en verdad lamento es no haberte asesinado aquella última noche que nos vimos, pues al menos así tendría la certeza de que yo fui tu gran y último (des)amor.

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Me hallaba sumamente desesperado por morir, estaba en plena crisis mientras corría por las solitarias calles de esta ciudad en la madrugada. Nadie estaba ahí, pero así era mejor. Corría sin saber hacia dónde y tampoco esperaba llegar a algún lugar. Solo quería escapar, pero no sabía a dónde ni de quién. Pero estaba tan desesperado que incluso pensé en buscarte, ya que solo tú me brindabas un efímero consuelo en mi divagante existencia. Pero no, sabía que no era buena idea. En todo caso, si iba a buscar a alguien, debía ser a la muerte. Y es que, ciertamente, tan solo a ella podría volverla a amar en mi actual estado psicótico.

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Es realmente sorprende que las personas siempre pueden alcanzar nuevos niveles de estupidez y absurdidad. Es casi como si no existieran límites para tales estados y como si la humanidad estuviese perfectamente diseñada para entregarse a ellos con la más blasfema facilidad. Me pregunto entonces si es así como el ser estará condenado a existir hasta el fin de los tiempos: abrazado a la ignorancia, refugiado en fútiles doctrinas y respirando sin ningún maldito sentido. La sociedad actual no vale nada; no representa sino la podredumbre que palpita en el interior de cada uno de nosotros; una tan profunda e recalcitrante que más nos valdría matarnos en este instante de dudosa iluminación con tal de no retornar jamás a las sombras que dominan cada espacio de nuestras débiles mentes y que reverberan en cada sueño o anhelo que mueren diariamente en las garras de la pseudorealidad.

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¿Quién era yo, al fin y al cabo? ¿No era yo un imbécil más cuyo anhelo fulgurante era tan solo el suicidio? ¿Por qué diablos seguía aquí entonces? ¿Por qué no me mataba de una buena vez? ¿Para qué seguir fingiendo que algo bueno pasaría? ¿Para qué continuar con este ominoso ritual a la irrelevancia y la monotonía? ¿Para qué seguir existiendo cuando, claramente, nunca hubo ni habría razones suficientes para ello? ¡Qué idiota era yo entonces! Y tal vez el más grande de todos los idiotas, pues no podía encontrar otra explicación al hecho de permanecer en un mundo que odiaba con todo mi ser y, encima, rodeado de personas que tan solo me producían náuseas y hastío entre más las conocía. Quería estar solo, pero al mismo tiempo me aterraba la idea de que, conforme más avanzaba el tiempo, esto no solo era una decisión, sino una obligación.

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No tuve elección realmente, ya que, aunque te amaba demasiado, sabía que, para ello, tenía que odiarme cada vez más a mí. Y era así porque solo de esa manera podía ceder ante todos tus caprichos, chantajes y reproches. Entonces entendí que amarte era algo quizá muy bueno, pero que amarme a mí era algo mucho mejor. Lamentablemente, ambas cosas no podían coexistir, y fue así como terminó nuestra tragicómica historia manchada de lágrimas, sangre y dolor. No obstante, cuando finalmente me quite la vida, debes saber que invariablemente los recuerdos de aquellos días a tu lado infestarán mi mente y que el tiempo tan hermoso que alguna vez compartimos tal vez ni siquiera pueda ser disuelto por la muerte…

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Nunca entendí qué demonios querías de mí, pero lo que sí entendí fue que, por más que decías que sí, realmente nunca quisiste que yo fuera feliz. Siempre la manipulación, el chantaje y el narcicismo fueron los instrumentos con los que operaste e intentaste, en un arrebato de perversidad, destruir mi ego. A veces era el dinero tu excusa, en otras era la religión. Pero siempre hubo algo que te impidió amarme de manera sincera, pura y real. Hoy sé que el verdadero amor trasciende todo eso; que, si existe una religión en la que todos deberíamos creer, su nombre debería ser amor.

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Infinito Malestar


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