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Envenenamiento

Cuando hacia mí extendías tus brazos para envolverme con ellos, era como si una parte del tiempo pudiera finalmente hacer reposar mi derruido espíritu. Porque cuando sonreías de ese modo no quería que pararas nunca, porque cuando reías tan estrepitosamente no quería que te callaras jamás. En tu risa había algo misterioso que ahogaba toda la miseria de mi existencia y entonces me hacía creer que, en efecto, no existías solo en mi trastornada imaginación. Y, si por causalidad llegase yo a besarte, ¡ay!, podría esa misma noche, felizmente y sin remordimiento alguno, suicidarme. Pero no, la realidad es lo que es y no lo que me gustaría que fuera. Las cosas que están en mi cabeza jamás llegarán a solidificarse y debo admitir ya que tan solo me hago daño con tales desvaríos. El envenenamiento mental que todo esto me produce no puedo siquiera concebirlo, pero sé que cada vez el deterioro es más grande.

Pero es que no quiero aceptar algo así… Porque cuando hablabas con esa infinita locuacidad y mostrabas ese enorme talento no quería que nunca tus labios hablasen a otros oídos incapaces de tu genialidad apreciar. Porque cuando pasabas la tarde sonriendo y yo mirándote sabía que en ninguna otra persona podría volver a encontrar la fenomenal chispa de elegancia que en ti refulgía. Porque cuando en ti me refugiaba podía expiar todas mis culpas y mis defectos, podía escapar por unos momentos de esta putrefacta envoltura carnal que tanto me impedía el progreso sempiterno. Contigo sentía que podía ser yo mismo, pero solo si entre tus brazos cobijabas mi melancólico y lacerado espíritu. La melodía que emanaba de tu boca calmaba todos mis dolores y era más que suficiente para adormecer mis anhelos suicidas. Sé que tú me comprendías, que sabías de mi recalcitrante sufrimiento existencial. Podía notarlo cuando junto a mí colocabas tu etérea silueta y entonces me desfragmentabas.

¡Diablos, no puedo parar…! Porque cuando de ti me alejabas sentía mi alma arder entre irónicos tormentos; me desgarraban todos esos pensamientos de muerte y locura sin remedio. Si acaso pudiera tocarte de nuevo, sentir el roce de tu suave y excelsa piel una vez más, ¡tan solo esta noche tan ridículamente absurda! Si tan solo pudiera mostrarte todas las heridas que en mi interior sangran por tus besos, por reflejarse en el inefable fulgor de tu hermosa mirada. No es solo que añoro tanto matarme frente a ti para que luego puedas tú consagrar mi cadáver en la noche cerúlea, es que simplemente no hay razones para proseguir en esta pesadilla si no tengo tus dulces besos. Quiero en verdad creer que eres tan real como el suelo que piso o como la navaja que en mis muñecas siento. Un último encuentro o un cálido destello que de tu ser proviniera sería capaz de hacer menguar el oneroso dolor que a este corazón ahora envenena; un veneno como ningún otro llamado existencia.

***

Anhelo Fulgurante


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