Aislarse del mundo y de los humanos debería ser considerado un acto de amor propio y de divina sensatez.
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Si la humanidad continúa esparciendo su putrefacta esencia, es seguro que este mundo supere al peor infierno que podamos imaginarnos.
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Exterminar a los humanos sería la llave para dilucidar la posible verdad en el punto ciego de la pseudorealidad.
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Todos los días vuelvo a reprocharme y me trastorna seguir existiendo. Es un sentimiento tan agobiante que, al despertar, lo primero en lo que pienso es en el suicidio. Ya no es me es posible configurar una realidad alterna donde parapetarme de esta trágica y ominosa existencia humana. Y creo que se me han terminado las opciones, pero sigo sin poder cumplir mi cometido, ¿es que acaso soy un cobarde o un necio?
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En verdad añoro suicidarme, y es algo que podrá fusionar mi dolor con mi catarsis, aunque ya jamás vuelva a sentir mi cabeza divagando en las montañas de la demencia.
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La familia es otro de los eviternos elementos de la pseudorealidad para mantener a los humanos adormecidos. Se nos enseña que debemos fomentar esta cerval construcción social y que debemos incluso luchar por ella contra lo que sea, que no existe nada más valioso que aquellos seres absurdos que por casualidad comparten nuestra sangre.
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Libro: El Halo de la Desesperación