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Los Vínculos del Alma V

Finalmente, July y Mertin llegaron al lugar del que provenía la voz y se asombraron al descubrir lo que había ahí. Se hallaba una niña de ojos verdes y con rasgos extremadamente delicados, que vestía completamente de negro, de pies a cabeza. Lo más amedrentador de todo era que, entre sus brazos, llevaba cargando una chotacabras en estado de descomposición y una babel de moscas se pegaban a los brazos de la criatura. Además, sus cabellos estaban plagados de gusanos que se retorcían execrablemente. Un hedor a podredumbre de ultratumba impregnaba el lugar. El bosque de Jeriltroj parecía esconder una entidad de las bajas dimensiones que ahora se manifestaba frente a aquellos 2 pobres ilusos. Mertin sostenía a July de la mano y experimentaba una bonita sensación, si tan solo todo se resolviera pronto, pero no. Lo que Mertin ignoraba era que su propia mente había alterado la realidad y los había transportado a un universo tangente del que no podrían escapar tan fácilmente.

–Así que son ustedes. Los he estado esperando desde hace tanto tiempo y por fin vienen a mí –exclamó la niña con gran fascinación y una mirada conminatoria.

–Y ¿quién eres tú? –preguntó Mertin, con una mezcla de horror y angustia.

–Que ¿quién soy yo? Eso no es relevante –afirmó la niña en un tono alterado–. Ustedes solo síganme, no se decepcionarán.

Sin saber qué hacer, July y Mertin siguieron a la estrafalaria niña. Se adentraron tanto en el bosque que parecía que nunca iban a llegar a su destino. Lo más curioso es que la niña no parecía para nada cansada ni tampoco tenía miedo.

–Es muy extraño –afirmó Mertin–. No recuerdo que el bosque fuese tan grande. Esto es, sí se ve enorme desde afuera, pero ahora siento como si estuviésemos dando vueltas por el mismo sitio.

–¡Hemos llegado! Este es el lugar destinado para ustedes.

En ese momento, July y Mertin se quedaron atónitos, pues habían llegado a una especie de cementerio, pero más pequeño e inusual de lo normal. Recorrieron las tumbas y lo que Mertin atisbó lo incomodó sobremanera.

–¡No puede ser! –exclamó con una expresión de ingente zozobra.

Evaristo Kershkall, Bernard Kershkall, Sophzia Kershkall, Neti Kershakll… Eran los nombres de los antepasados de Mertin. Sin duda alguna, todos estaban enterrados ahí, o lo que quedaba de ellos. Mertin recorrió todos hasta la última tumba y entonces fue que la sangre se le heló y un frío endiablado se apoderó de todo su ser.

–¡No, esto no es verdad! ¿Cómo puede ser esto posible? –balbuceaba Mertin al tiempo veía con horror como su nombre era el que aparecía en aquella última lápida y la fecha de defunción era la del día actual.

Mientras July trataba de entender lo que pasaba y Mertin estaba totalmente devastado y confundido, un extraño hedor comenzó a impregnar el ambiente, al tiempo que un indecible gas entre cerúleo y azul salía de las lápidas, haciéndolas chisporrotear.

–¡Sí que eres un tipo duro de extinguir! –dijo una voz llena de sátira y medio golpeada, como la de un borracho enfiestado.

–Mertin, tengo mucho miedo, estoy demasiado amilanada. ¡Vámonos de aquí, por favor! –dijo July desesperadamente y con las piernas temblando.

–No veo nada, no sé de dónde provenga esa voz.

De pronto, esas extrañas sombras que se regocijan perturbando las almas de aquellos cuyas emociones son muy magnéticas se acumularon alrededor de la niña, que ahora parecía no sentir nada. Sí, esas sombras conocidas en el Hipermedik como Belz, se amotinaban en una endiablada nube de color azul oscuro, el más oscuro que alguna vez alguien haya imaginado. Aquello era como si el negro quisiera comerse al azul, era sin duda el espectáculo más extraordinario que alguna vez esos dos pobres jóvenes verían.  Mertin sintió que el corazón se le iba a salir y pudo observar como de su pecho salía más de ese gas ominoso y ese indescriptible olor a muerto combinado con rosas. Finalmente, el gas se diseminó y apareció ante ellos un sujeto realmente estrafalario.

Era físicamente muy parecido a Mertin. Tenía los mismos ojos, pero, a diferencia de este, los ojos del nuevo sujeto eran algo denominado “necroazul”, porque parecía que el negro se había tragado al azul. Por lo demás, tenía el mismo color de piel, la misma estatura y todo en general era similar. Podría decirse que era una viva copia de Mertin. Usaba un traje de color necroazul, unos guantes y una corbata, ambas prendas de color blanco con puntos negros. A decir verdad, era bastante agraciado y parecía estar ataviado para una reunión muy importante. Pero, lo que en verdad destacaba en aquel sujeto, era la extravagancia que lo envolvía, la siniestra sombra que se proyectaba a sus espaldas.

–Pero ¡sonrían un poco, por favor! ¡Qué amargados! –dijo el pintoresco personaje.

–¿Quién diablos eres tú y de dónde saliste? –le gritó Mertin.

–¡Uhm! ¡Sí que eres hermosa! Tu forma material se parece tanto a la de hace unos cuántos años, aunque eras solo una niña. ¡Es una pena, amiguito! –dijo el pintoresco sujeto, mirando a Mertin fijamente y acercándose a July–. Pero yo soy el tú que sí ha visto sus ojos y solo me pertenecen a mí.

–¡Aléjate de ella, maldito! ¡No te atrevas a tocarla! –vociferó Mertin.

–O sino ¿qué? ¡Mírate, mi otro yo! Tu condición es deplorable, no sé cómo es que tu banal existencia puede seguir impregnando este terrenal plano dimensional –respondió el estrambótico personaje.

–¿Qué dijiste? ¿Quién diablos eres tú? ¡Dime, responde desgraciado!

–Que ¿quién soy yo? –balbuceó el raro sujeto con su típica forma de expresarse, con un tono irónico, como si todo le causase gracia.

–Pero eso ya lo sabes, Mertin: yo soy tú.

–¿Qué dices? ¡Imposible!

El extravagante sujeto alcanzó a July y la tomó del cuello, levantándola del suelo. En ese momento, Mertin se disponía a golpearlo, pero, por alguna razón, se sentía fuera de lugar.

–¿Qué ocurre, amiguito? ¿No te puedes mover? ¿Acaso no ibas a golpearme con todas tus fuerzas? –mencionó sarcásticamente el pintoresco sujeto, al tiempo que apretaba más su mano y July estaba a punto de perder la respiración por completo.

–Pero ¿por qué? ¿Por qué no puedo moverme? –se cuestionaba Mertin.

–Eso es muy fácil, amiguito. Es porque envié tu alma a otro universo, a uno paralelo, pero que obviamente te impide participar en este. Sería como un viaje temporal a tu universo de origen espiritual.

–¿Cómo dices? ¿Un universo paralelo?

–Bien, ahora ha llegado el momento. Lo lamento, pero no puedo dejar que Silliphiaal despierte por completo, tengo un plan más interesante. Yo me convertiré en el amo del Hipermedik –vociferaba el extraño sujeto mientras apretaba con más y más fuerza el cuello de July.

Era algo demasiado triste para Mertin. Era una especie de pandemónium salido de la peor novela de horror que alguna vez hubiese leído. ¿Cómo era esto posible? Mertin no entendía nada. Hace unos momentos estaba sentado, el paisaje era utópico y toda la situación era idílica en general. Sus amigos estaban ahí, todos se habían escapado de sus casas para asistir a la fiesta de fin de año, era una especie de fantasía juvenil llevada a la realidad. Y, lo más importante de todo: estaba ella. Sí, esa mujer que había conocido de forma tan extraña y por quien sentía solamente dios sabe cuántas cosas. En realidad, no había dejado de pensar en ella ni un momento. Jamás había creído en eso ni pensaba hacerlo, era solo un sentimiento que lo atormentaba día y noche. Sentía la imperante necesidad de saber que ella estaba bien y solo quería sentirla cerca. Sin siquiera darse cuenta, era algo evidente: estaba enamorado de aquella joven cuya vista había sido arrebatada en formas misteriosas.

–¡Demonios! ¿Quién es este tipo tan extraño y cómo es que se apareció de la nada? Esto es solo un sueño, no puede ser verídico. Si tan solo pudiera hacer algo, pero ¿cómo rayos puedo regresar a mi universo original? Siento una fuerza gigantesca que me lo impide, pero yo…

–Es inútil, amiguito. Nunca conseguirás regresar. Lo lamento, pero, una vez que termine con ella, seguirás tú. Te concederé el placer de ver cómo la hago sentir mujer por cuarta o quinta vez –proclamó el extraño sujeto, mientras la sangre de July comenzaba a escurrir por su garganta.

–¿Qué dices? ¿Por cuarta o quinta vez? ¡Cómo te atreves, maldito! ¡Tú no le harás daño! –gritaba Mertin desde algún otro universo.

–¿Qué? ¿Sigues ahí? ¡Vaya molestia contigo! Aun cuando tu espíritu está en otro universo, tus pensamientos siguen aquí. Bueno, ahora ¡lárgate de aquí para siempre! ¡Desaparece, Mertin! –exclamó el raro sujeto, al tiempo que un aura necroazul aparecía a su alrededor y de sus ojos salían esas ominosas sombras, llamadas en el Hipermedik Belz.

Mertin observó con horror indecible cómo esas sombras lo llevaban más y más lejos de su universo de origen, tan lejos que podía sentir cómo su alma peligraba y podría quedar atrapada en algún universo tangente. Sin embargo, no podía rendirse, no así de fácilmente. Todavía tenía en su mente la imagen de aquella joven y, sobre todo, su tierna voz y lo mágico que había sido encontrarla. No, de ninguna manera esto podía terminar así. Necesitaba un milagro, algo que pudiera deshacer aquel poderoso hechizo lanzado por ese extravagante sujeto.

–¡Mertin, atención! Aquí estoy yo, ¿acaso te habías olvidado de mí? –susurraba una voz que emanaba desde algún lugar desconocido.

–¿Quién es? ¿Quién está ahí? –respondió Mertin con los pocos ánimos que le quedaban.

–Eso no es importante –contestó aquella voz llena de paz. –Solo escúchame, no suelo comunicarme a menudo con las almas, pero tú lo has hecho posible. Puedo sentir todo lo que sientes y me ha conmovido. Tú puedes lograrlo, de ti dependerá. Lo único que debes hacer es creer en ti mismo y la magia acontecerá. Ya no reprimas tus sentimientos, al contrario: déjalos fluir, acéptalos, deja que te consuman. Si haces lo anterior, podrás liberar tu alma de toda la carga que la aqueja, y entenderás por qué te sientes así. Mertin, ese es tu nombre en esta encarnación. Tu destino es trágico, pero debes luchar hasta el final. Solo busca en tu interior y encuentra tu razón de existir.

–No sé, quizá no la hay. Para mí, esta vida carece de todo sentido. De igual forma, el mundo está podrido. Todo lo que hagamos es banal e inútil. Toda la gente que apreciamos al final se va y de nada sirve luchar sabiendo que algún día todos vamos a morir. ¿Qué sentido tiene participar en una carrera que, de antemano, sabes que perderás? La existencia es absurda y la realidad es superflua. Lo mejor es desaparecer, así como ahora yo me desvanezco entre las sombras y el dolor.

–No tiene sentido hablar con alguien que ya se ha dado por vencido. ¿Crees que, porque tú no le encuentras sentido a tu existencia, significa que la existencia en sí es anodina? Eso es bastante egoísta, ¿no crees? Nunca has pensado que tal vez ustedes, los seres de las dimensiones inferiores no están preparados para comprender el porqué de su existencia, que es algo incognoscible. Además, dime, ¿qué ganarás pensando así? El sentido de la vida es más profundo. Podría decirte que consiste en ser feliz y no hacer daño a los demás, sino apoyarlos. El sentido a la vida, como tal, se lo das tú. No se trata del sentido de la vida, sino que es la vida misma la que debes hacer valer, darle sentido. Digamos que sería como voltear la frase –respondió aquella voz llena de paz y calma.

–Pero ¿quién eres tú? ¿Cómo sabes todo eso? –inquirió Mertin con una actitud totalmente renovada.

–Tú ya sabes quién soy yo. Lo sé porque todos lo sabemos, solo ignoramos nuestros sentidos. Yo habito en todas partes, dentro de ti y de todas las personas, sean buenas o malas, materiales o inmateriales. Soy eso que todo lo ve y todo lo puede. Soy más grande que las galaxias y más pequeño que los átomos. Soy aquello que unifica el cosmos y la vida misma. Yo soy tú y tú eres yo. Yo soy el todo en uno y el uno en todo. Te hablaré solo otra vez, nunca lo olvides. Solo una vez más… –el eco de la voz retumbaba en el interior de Mertin, quien súbitamente sintió cómo toda su energía regresaba.

–Estoy regresando, puedo sentirlo. Debo luchar, puedo ver mi cuerpo en el universo al que pertenezco…

Las Belz se alejaban de Mertin, quien parecía refulgir e iba de vuelta a su universo con la esperanza de que aún no fuera demasiado tarde para salvar a su amada.

–Bien, pues ahora que estamos a solas, es hora de comenzar con lo que a ambos nos atañe –decía el estrambótico sujeto ataviado de necroazul y cuya aura emanaba una execrable oscuridad–. Así que más vale que te prepares porque aquí voy, te la voy a encajar toda en esa vagina putrefacta que tienes.

En ese momento, el cuello de July estaba totalmente ensangrentado y ella gritaba con todo su ser. El dolor no era solo físico, podía sentir cómo su alma sufría. Del raro sujeto necroazul brotó una especie de ingente forma que también tenía color necroazul. Esta forma parecía un ángel con el rostro quemado y desfigurado, alas cortas y peludas, tenía aletas en vez de brazos y de su parte íntima salía una especie de tubo lleno de porquería que terminaba en la cabeza de un hombre gordo y contaminado con herpes, cuyos dientes estaban podridos y su nariz era el miembro de un caballo. Esta monstruosidad estaba conectada al falo del curioso personaje mediante un cordón espiritual.

–¡Ahora verás, puta! Quieras o no, te convertirás en mi esposa y, así, tendré todo el poder de tus ojos. ¡Solo yo debo tenerlo y no ese bastardo de Mertin! –exclamaba el extraño personaje, mientras manoseaba a July y estaba a punto de penetrarla con su falo de porquería.

Entonces un tremendo resplandor surgió y un puño hizo contacto con el rostro del extravagante personaje, derribándolo al suelo y, a la vez, extinguiendo a la inhumana figura que salía de su falo. Pero aquel no era su fin, pues había viajado durante eras enteras para cumplir su cometido y no se rendiría tan fácilmente. La pesadilla, por lo tanto, estaba a punto de comenzar. Aquello había sido solo el prolegómeno de la barbarie que les esperaba a los dos jóvenes vinculados por un extraño lazo más allá del tiempo y el espacio. Había ya comenzado el tiempo a correr en aquel universo tangente, totalmente moldeado por la tristeza y el pesimismo de la mente de Mertin.

–¡July! ¿Estás bien? ¡Dime algo, por favor! Ese maldito, ¿te hizo daño? ¡Contéstame, July!

–Yo estoy bien, solo que mi garganta está sangrando mucho. Mertin, estoy muy ensimismada por todo esto, quiero volver a casa. Ese sujeto no es normal, su presencia es tan escalofriante y malévola.

–Lo sé, necesitamos huir. Pero ¿cómo podemos hacer que se vaya? No sabemos quién es ni de dónde vino. Es tan extraño, su actitud sarcástica y mórbida me confunde.

–¡Vaya, vaya! Parece que te subestimé un poco, amiguito. Pudiste regresar de los universos paralelos del Hipermedik. Eso es inusual para un ser terrenal como tú, pero ya me desesperaste. Ahora sí te voy a matar y esparciré tus restos en el falo de Shiphillial.

–¡Espera, por favor! –gritó July, poniéndose de pie y en frente de Mertin. –Quiero saber la verdad, tú sabes muchas cosas que nosotros no. Si tanto me quieres, iré contigo, pero cuéntanos lo que sabes.

–Y, ¿tú crees que voy a hacer lo que una mujer tan estulta e ingenua como tú me ordene? –respondió el extravagante sujeto–. Aunque, pensándolo bien, podría contarles. A fin de cuentas, ustedes morirán junto con este universo. Ese es el destino de las miserables almas que han sido destinadas a participar en el juego de la reencarnación eterna.

–¿Reencarnación eterna? –cuestionó Mertin.

–Ese golpe me dolió, canalla. No sé cómo lo hiciste –dijo el pintoresco sujeto a Mertin–, se supone que no hay materia capaz de tocarme, solo espíritu. Ahora tengo tantas ganas de matarte, amiguito. Y, una vez que lo haga, fornicaré el coño de esta piruja hasta que le sangre.

–¿Qué dijiste, idiota? ¡Voy a acabar contigo! –gritó Mertin lleno de rabia.

–No, espera, por favor. Hay que escuchar lo que sabe, podría servirnos –afirmó July, interponiéndose entre Mertin y el cómico y extraño personaje.

–¡Así es! ¡Defiéndeme, amor mío! –exclamaba el sujeto con el traje necroazul–. Les contaré todo, perdedores. Así que presten atención, aunque no sé por qué me molesto. En fin, solo yo escaparé de este universo. Escuchen torpes: mi nombre es Desmetis. Yo soy la esencia de la oscuridad que habitaba en el alma del sujeto llamado Mertin. Yo soy la energía que ha manipulado todos los hechos ocurridos, yo soy el antípoda del libre albedrío. Yo no tengo cuerpo físico, no existo como materia, sino como espíritu. Soy una entidad perteneciente a un universo completamente diferente, vengo de una era donde los humanos se han convertido en demonios y los demonios en ángeles.

–Pero ¿qué dices? ¿Cómo es que llegaste hasta aquí entonces? –inquirió Mertin, increíblemente confundido.

–¡Ja, ja! ¿Es que en verdad no lo sabes? Pero ¡si tú me llamaste, amiguito! ¡Qué rápido olvidas! –respondió Desmetis entre rimbombantes carcajadas–. Tal vez ni tú lo sabes, pero así fue. Yo, como tal, me encontraba perdido en algún lugar del Hipermedik después de que mi civilización colapsara, y entonces lo sentí. Así es, pude sentir tu alma ahíta de tristeza y soledad, Mertin. Desde ese momento, te observé desde las dimensiones altas. Y, el día que enfermaste gravemente, aproveché que tu escudo espiritual se debilitó para penetrar por ahí. Desde entonces, habité en tu cuerpo como un parásito espiritual. Entre más aumentaba tu misantropía, tu odio, tu envidia, tu amargura, tu depresión, tu insulsez, tu ira, tu rencor, tu nihilismo, tu nostalgia, tu miedo, tu melancolía, pero, sobre todo, tu tristeza, más fuerte me volvía. Sí, yo absorbía todos esos sentimientos negativos y, eventualmente, pude desarrollar una apariencia. Yo soy el resultado de todo sentimiento oscuro que impregnó tu cuerpo y mente. Y, cuando finalmente encontraste a esta chica, yo me enamoré de ella también al saber que era la elegida. Pero no hablo del tonto amor humano, eso no es más que basura, lo digo porque pude sentir cómo su destino era tan oscuro. Sí, sin duda era la indicada para ayudar al renacimiento de Silliphiaal. Por desgracia, no puedo permitirlo, ya que tengo mis propios planes.

–No te creo nada –gritó Mertin–, ¿cómo diablos es que puedes aparecer en este mundo si eres un parásito espiritual?

–¡Vaya sujeto! Tendré que confesártelo: no esperaba que te enamoraras de esta prostituta. Cuando tu cuerpo comenzó a sentir ese execrable sentimiento llamado amor, me vi obligado a abandonarlo, porque me intoxican esas idioteces humanas. No pensé que fuera necesario aparecer en este universo, pero ¡mírame! Soy tu yo oscuro, y más atractivo, por cierto.

Seguido de esto, Desmetis se desternilló y comenzó a flotar mientras reía como un demente, cada vez más fuertemente.

–¿Qué es tan gracioso? ¿Acaso piensas que los sentimientos humanos son una burla? –dijo Mertin escandalizado.

–¡Mírate, amiguito! Tú diciendo eso, no lo puedo creer. Si tú eres el que odia al mundo, o, ¿es que ya no recuerdas cuántas veces deseaste nunca haber nacido? Y ahora me vienes con esas zarandajas solo porque una mujer te ha hecho sentir asquerosamente enamorado… ¡Me das pena, Mertin! Y pensar que soy como tu hermano gemelo.

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Los Vínculos del Alma


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