La tristeza nunca se terminará, sino que continuará devorando mi ser y retorciendo mis pensamientos en formas cada vez más ominosas. Lo único que espero pueda frenar esta diabólica condición de psicosis depresiva es la muerte, ya sea la de otros o la mía. Es que simplemente no soporto la desesperación de existir por más tiempo, pues ya cualquier plática, persona o momento me fastidia tanto. Requiero escapar, pero no sé a dónde ni cómo. Solo sé que, si así las cosas continúan, terminaré colgándome muy pronto.
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La auténtica locura es creer que este mundo es algo sensato, que la humanidad es algo bello, que la vida es algo sagrado y que la existencia tiene algún maldito sentido. Así pues, la cordura, de existir tal cosa, tendría que ver solo con la muerte, la inexistencia y el suicidio.
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¡Qué cansado resulta experimentar esta existencia tan estúpida y miserable! ¿Acaso no pueden notarlo todos esos zombis a mi alrededor? No, creo que no. Ellos están demasiado satisfechos con su propia miseria, revolcándose día tras día en este pantano de infamia conocido como civilización.
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Se suele decir que la muerte mata, pero yo creo que la vida mata más y de peor manera, pues mata sin matar de verdad, mata por dentro, mata el alma.
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Pensaba que la existencia, en particular la mía, no tenía por qué ser tan deprimente y absurda. Sin embargo, no tenía ninguna razón para que fuera de otra manera; por el contrario, cada vez hallaba más razones para creerlo así.
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Catarsis de Destrucción