Capítulo XXXVI (EEM)

Mis elucubraciones fueron interrumpidas por Selen Blue, quien me pulverizaba con una mirada trastornada. Yo sabía, sin embargo, que todos éramos como ella. No solamente seres hambrientos de dinero y sexo, sino inclinados a cometer los peores y más asquerosos actos. Si tan solo el humano fuese sincero y aceptase lo que en el fondo era, quizás entonces y solo entonces podría pensarse en un cambio verdadero. Pero la realidad era otra, la verdad era otra, y yo, imbuido en aquella cerval habitación, también era otro. Sentía mi corazón latir al máximo, casi como si me fuese a explotar. Pero al menos ya no me quedaba ninguna duda de que muy en el fondo, en la parte más profunda de nuestro ser, los humanos deseábamos hacer las cosas más perversas, asquerosas y criminales.

El problema era que nunca dejábamos fluir esa parte y siempre nos preocupábamos por estupideces, tales como qué pensaría la sociedad de nosotros o si nuestro actos serían juzgados por algún inexistente dios. Era absurdo, pues si este supuesto dios existiese, ¿no habría ya condenado a toda la humanidad por todo lo acontecido? ¿No habría ese dios ya aniquilado a esta raza vil por todos sus actos supuestamente malvados? En un mundo donde nada tenía sentido y donde todo, fuese bueno o malo, era permitido ya fuese física o mentalmente, no podría existir nunca algo realmente divino.

–Es por la pastilla azul –afirmó malévolamente Selen Blue–. Ambos la ingirieron, y no solo esa, sino también la otra, la de color rojo.

–¡Ah, es eso! –fue lo único que acertó a replicar Arik, pues el pobre poeta apenas y podía respirar. Estaba bastante agitado, y yo también.

–Bueno, creo que esto nos matará en breve –exclamé con calma y cierta alegría.

–Es muy probable, pero, mientras eso no suceda, no hay por qué detenernos –replicó Selen Blue con una relampagueante mirada.

Y tras haber dicho esto, reanudó su espectáculo sexual y homicida. Yo no sabía bien qué hacer, pero creo que lo acepté. Al fin mi mayor sueño se cumpliría: estar muerto. Por lo tanto, ¿qué de malo había en llevar aquella blasfemia hasta el final? Fuera lo que fuese, me encargaría de que Selen Blue se la pasara al máximo, pues era la única diosa en quien había decidido crear y a quien quería adorar hasta el fin. Por otra parte, había prometido ser su esclavo, así que… No obstante, cuando menos lo esperaba, aquella reina de la infamia trajo de la habitación contigua a su perro, uno que tenía escondido especialmente para la ocasión, y nos obligó a que la ayudásemos.

Aunque Arik se negaba rotundamente, no tuvo alternativa. Selen Blue tomó el enorme miembro del perro y lo comenzó a chupar con vigor. Se notaba con claridad que no era la primera vez que llevaba a cabo aquellas prácticas por demás extrañas y deplorables. No sé qué habría hecho yo si no hubiese estado bajo el efecto de múltiples sustancias, pero creo que hubiese sido lo mismo que el poeta deprimido, el cual correría una suerte desastrosa. Pero antes de que aquello ocurriese, Selen Blue decidió que quería ser violentamente follada por su perro, para lo cual tuvimos bastantes dificultades. Una vez colocados ambos, el perro y ella, en una posición cómoda, la bestial fornicación tuvo lugar. El perro le penetraba la vagina mientras Arik le daba a mamar su miembro y yo le apretaba con furia las tetas mientras ella me masturbaba. Y precisamente quiso que el perro le penetrara la vagina porque desde hacía tiempo tenía la loca fantasía de imaginar que aquella criatura, de eyacular dentro, podría preñarla. Esto lo confirmamos cuando, entre convulsiones inimaginables, Selen Blue profirió como una verdadera demonia:

–¡Vamos, animal! ¡Préñame con tu leche perruna! ¡Hazme tuya! ¡Viólame el coño con furor! ¡Quiero que mi perro me preñe! –terminó afirmando contundentemente mientras gemía como el mismo satanás. Y es que, al parecer, su intención era que todos en la calle la escucharan. Sin embargo, aún era de madrugada y verdaderamente nadie, salvo borrachos y putas, podrían haber escuchado tales locuras.

Pero despegar el perro de Selen Blue no resultó nada fácil. Y, además, nuestros movimientos comenzaban a traicionarnos. De hecho, no lo conseguíamos; todo intento parecía fútil. Así que, desesperada y en medio de una gran lujuria, pues al parecer estaba teniendo un orgasmo en aquellos momentos, Selen Blue decidió tomar un cuchillo que tenía debajo del colchón y, sin previo aviso, rebanó a aquella criatura el miembro. Esto, lejos de afectarla, incrementó su bestialidad, y, como era de esperarse, me tomó de la cabeza y me pidió que “le mamara el coño hasta sacarle la verga de perro que se le había quedado dentro”. Lo hice tal y como me lo pidió, no sé por qué, o tal vez sí. No puedo explicarlo, pero admitiré que, cuando miré a Selen Blue follando con aquel animal, algo se activó en mi cabeza y me provocó una erección de lo más potente. Debía haber algo muy siniestro en mi mente como para que aquello me excitara de tal manera. Esa debía ser la maldad natural que en todo humano se encontraba desde el origen.

Sabía, muy en el fondo y tal vez por lo inculcado, que aquello no podía estar del todo bien, pero no me importó. En un santiamén dejé que mis impulsos me dominaran, tal y como lo había hecho toda la noche con cada nueva fantasía de aquella fantástica mujer, y no pude evitarlo. Mirar los hermosos labios, el divino y perfecto rostro de Selen Blue, sus ojos más sublimes que los de cualquier posible deidad y su cuerpo escultural proveniente de un plano supremo… Mirar todo lo que ella simbolizaba en mí disfrutando con un placer bárbaro las embestidas de un perro y que éste le eyaculara dentro despertó en mí deseos de hacer lo que fuera para estar a la altura de sus delirios. En determinado momento, sentí algo extraño en mi boca y supe que era el miembro del perro, absolutamente ensangrentado. Selen Blue se percató y, con avidez, me besó, pasándolo de mi boca a la suya, masticándolo con un placer delirante y tragándoselo, para luego vomitarse en mi boca y obligarme a tragar todo.

En este punto el pobre Arik estaba aterrorizado. Creo que era ya demasiado para él y que el efecto del puñado de drogas había menguado un poco, permitiéndole ver toda la aberración que habíamos cometido hasta entonces. Selen Blue fue y lo besó con pasión mientras lo masturbaba, pero su miembro no se paraba. Y, en un acto desesperado, afirmó que no podía tolerar más aquel bacanal horripilante y que se retiraba. Por desgracia, no pudo cumplir sus propósitos, y fui yo quien se lo impidió, cumpliendo los perversos designios de “mi puta mística”, como había designado llamar a Selen Blue en mis delirios. Fueron momentos de abrupta tensión. Arik trataba de abrir la puerta y Selen Blue le rogaba porque se quedara hasta que todo hubiese finalizado, pero como parecía absolutamente convencido de no esperar, no hubo más remedio. Selen Blue se acercó a mí y, alzando la voz por encima de los aterradores gritos del perro al que recién le había cortado el miembro, me ordenó que hiciera lo mismo con aquel poeta deprimido.

–Ahora te toca a ti, veamos si eres digno de mí –balbució con la boca llena de sangre y vómito–. Y no lo dudes, él morirá aquí. Estoy tan excitada que ya nada puede llenarme, esto es algo que había imaginado desde hace mucho, y hoy por fin he podido cumplirlo gracias a ti. Pero aún te falta demostrarme que no solo eres un hombre de teoría, pues, aunque tu forma de pensar me ha enamorado, necesito una prueba en la realidad. Si verdaderamente has aceptado tu naturaleza como humano, la cual no podría ser otra que la maldad, entonces mata a un humano frente a mí y así… ¡Te amaré por siempre!

–Pero no podemos matarlo, ¡no podemos! Nos arrestarán e iremos a prisión, esto no está bien…

–¡Imbécil! ¿Acaso te importa tanto lo que pueda pasar después? ¡Solo hazlo! Mi vagina está ardiendo y necesito llegar al límite para alcanzar el máximo orgasmo. Lo que pase después me importa un bledo, ¡que el diablo me viole por la eternidad en el infierno!

Reflexioné, pero no había realmente nada qué debatir. Todo estaba más que claro. Selen Blue estaba en lo correcto, lo supe cuando la miré y en sus ojos contemplé aquella pureza. Sí, había una pureza extraordinaria en el fondo de su alma, aunque su cuerpo y su mente estuviesen corrompidas por completo. ¿Cómo no hacer lo que me pedía? ¿Cómo resistirse ante aquellos divinos, místicos y etéreos ojos azules que demandaban el asesinato de un ser para complacerse? Y, después de todo, Arik también anhelaba morir. Entonces todo se acomodaría de manera perfecta. Sí, y yo sería el propiciador de la felicidad de dos personas. Y luego entonces yo podría también…. Fue así como sentí el cuchillo en mis manos y me dispuse a hacer feliz al único ser que me había comprendido en toda mi mísera existencia.

No fue difícil acabar con Arik, pero lo hice a mi manera. Y mi teoría de que quería morir la comprobé cuando, con cierta sutileza, hundí el cuchillo en su cuello, tan suave y ahora manchado de un rojo precioso. Y digo que lo comprobé porque lo último que apareció en su angelical rostro fue una sonrisa: la sonrisa de la muerte… Y así fue como sus hermosos ojos verdes se apagaron para siempre, como si se tratase de dos preciosas supernovas coronando el sufrimiento de una vida sin sentido que ahora finalmente llegaba a su fin. Fue tal la emoción que me invadió que lloré de felicidad, pues sabía que, más que una tragedia, aquello había sido la salvación para un alma tan atormentada y marchita como la suya. Y, aunque aquello me convertía en un asesino, tampoco esto significaba gran cosa; de verdad que no.

–En verdad eres un ser extraño, pero eso me ha hecho amarte más que a cualquier otro ser en este mundo –exclamó Selen Blue acercándome su coño para que se lo lamiera.

–¿Puedes creer que he matado a un hombre? –inquirí con ligereza mientras acariciaba las divinas piernas de mi puta mística.

–Sí, y no solo lo creo. Lo he visto aquí y ahora. Pero ¿sabes qué? ¡Eso me hace amarte aún más! Es otra de las cosas que no se admiten porque resultan estar en contra del sistema, pero un ser que mata a otro siempre es más interesante y digno de amarse que quien se aferra a prolongar una vida sin sentido. Esto es, en el fondo, así: ¿por qué las personas se aferran a la vida si ésta solo les trae miseria y sufrimiento? ¿No es mejor la muerte para entregarse al olvido de todo el dolor y la ignominia?

–Es lo que yo pensaba en estos días… Es tal y como siempre lo he creído –musité como en un delirio, como si todo fuese producto de mi propia mente–: ¡Todo este mundo debe morir! Sí, eso es, esa es la clave para la evolución a la que tanto nos negamos. ¡Que todo el mundo muera! ¡Que cada ser vivo en este mundo se suicide! ¡Eso es lo mejor que podemos hacer! ¡El suicidio es la más sublime y poética expresión de amor propio y hacia los demás! Tantos años perdidos, tanto tiempo desperdiciado, tantas cosas sin sentido, pero finalmente la gran verdad concuerda con la solución: en un mundo donde nada tiene sentido, lo único que resta por hacer es cometer suicidio. ¡La muerte lo es todo! ¡Todos, sin excepción alguna, deben matarse para que la evolución doblegue al destino!

Pero no era yo quien afirmaba aquello, o no el yo de siempre. Había alguien o algo dentro de mí que ya no quería permanecer oculto. Era como aquellos días en los cuáles sentía ser alguien completamente diferente para luego regresar a ser quien normalmente era. ¡Qué extraño! Miré a Selen Blue y nos besamos. Pero esta vez el beso fue distinto, fue cálido y transparente, “como si estuviese columpiándome en los labios de un dios”. Entonces me dije a mí mismo:

–El mal es dios. Dios está dentro de cada uno de nosotros. El mal es el origen de nuestra existencia, de la vida y, muy probablemente, de la muerte. Mientras nos neguemos a aceptar nuestra naturaleza, la cual no puede ser otra que el mal, seguiremos divagando en un absurdo donde tan hipócrita y falsamente se finge hacer el bien. Pero basta un simple análisis para percibir que en este mundo el mal es el que siempre triunfa. Por ello existe la pobreza, el hambre, la miseria, la desigualdad, la violación, el asesinato, la ambición, el poder, la venganza y todas esas cosas. Por ello las grandes compañías se han apoderado de lo que comemos modificándolo para enfermarnos con el pretexto de salvar al mundo de morir de hambre. Y también por ello existen religiones, gobiernos y todo tipo de asociaciones que no son sino la manera del humano para recalcar su naturaleza malévola. Y, finalmente, por eso el mundo se está pudriendo y seguirá así, siempre en dirección al abismo, puesto que quienes lo habitan son naturalmente los símbolos más exactos del mal. ¿No era absurdo entonces todo intento por ser uno mismo?

–Parece que al fin lo has comprendido. Y, aunque sea absurdo, no por eso deja de ser la verdad. Tú no eres diferente en el fondo de aquello que odias, solo temes entregarte y dejarlo fluir porque sabes que te controlará. Pero ya no tienes por qué resistirlo más, ya has pasado demasiado tiempo luchando contra el mundo, la humanidad y, sobre todo, contra ti mismo. Pero ya no debes hacerlo, solo debes dejar fluir tu auténtico yo, el que siempre has sido y serás. La clave para la evolución está en ti, ya lo has dilucidado. Eres tan malvado que temes aceptarlo, pero al mismo tiempo lo sabes a la perfección y por ello quieres matarte. Eso está en cada uno de nosotros, eso es dios: la conjugación entre el bien y el mal, entre la vida y la muerte. ¿No te parece extraño que nada sea eterno, que seamos tan efímeros? Es porque la muerte purifica tu esencia, te baña en un mar de amor del cual no puedes escapar. Solo la muerte puede hacer de la humanidad algo bueno y hermoso, y quienes se suicidan solo están cumpliendo con la voluntad de dios. Y dios es la muerte, dios es la maldad, dios es el suicidio. Dios eres tú en cada manifestación. Pero ser malvado, paradójicamente, no es malo. Ser malvado es nuestra naturaleza, y si lo comprendes ahora, como lo has hecho, sabrás que no tiene sentido continuar viviendo así. Pero el mundo no lo entiende y se niega. Cada humano intenta prolongar su vida al límite para convencerse de que es bueno y puede amar, pero eso es falso. El amor no llega a ser ni siquiera una ilusión. El amor no llega a ser ni siquiera tan ilusorio como la existencia. Si la humanidad lo entendiera, entonces todo sería perfecto, todo sería armonía, todo sería suicidio. Porque ahí radica lo perfecto: percatarse de lo absurdo que es existir y quitarse la vida tan pronto como sea posible para entregarse a la verdad, la sabiduría y el amor, para hacerle el amor a la muerte y fundirse consigo mismo en la nada. Pero querido, ellos no pueden comprenderlo, ellos no lo entenderán jamás. Morirán tal y como nacerán: sin darse cuenta de que el simple hecho de existir es malvado, y por ello estarán condenados a regresar una y otra y otra vez…, al menos hasta que entiendan el principio fundamental de la existencia, el cual no es otro sino el suicidio.

–¡Todos deben suicidarse! ¡Todos deben morir! –indiqué yo.

–Sí, eso es lo único que da sentido a la existencia: el deseo de morir. Y, quienes lo cumplen, son bendecidos el resto de su atemporal muerte.

–Es extraño, bastante extraño.

–Como tú, amor. Ahora comamos, porque aún falta que ejecutemos el acto principal. Ya casi hemos terminado de jugar, pero mi vagina aún guarda un orgasmo de proporciones bíblicas. Creo que este será el apocalipsis de mi coño.

Entonces decidí entregarme a mí mismo, dejar de negarme. Fue así como descubrí lo interesante y exquisito que era compartir con alguien más la comida. Y es que ciertamente jamás había comido con nadie, era algo que me gustaba hacer solo. Pero esto era diferente, esto era yo. La verdad es que mi apetito estaba al máximo y mi estómago requería algo fresco, tanto como las entrañas de aquel poeta melancólico que una vez fuese mi reflejo. Entre Selen Blue y yo devorábamos los intestinos de Arik, saboreándolos con delirio. Su sangre nos la embarrábamos mutuamente y esto nos hacía felices. Ella reía y yo también, pues ambos estábamos, al fin, completos. Nos besábamos una y otra vez sin dejar de ingerir ni un segundo. Probamos de todo: riñón, pulmón, hígado, intestinos, sesos, dedos, piernas, pies, brazos, garganta y cada uno se comió un ojo, una oreja y un testículo. Culminamos devorando el pene entre los dos, comenzando en extremos opuestos y terminando en un exquisito beso. Puedo decir, sin temor a equivocarme, que aquella fue la mejor comida de toda mi vida, y también el mejor sexo.

Un vez habiendo saciado nuestro apetito, y aunque quedaba bastante de Arik por devorar, Selen Blue quiso que le metiera en el coño y en el ano algunos de los restos del poeta para luego expulsarlos mientras cagaba, y obligarme a que yo comiera todo el resultado de aquella blasfemia. Fue entonces particularmente hermoso hacerle un prolapso, cosa que, según me confesó, la había emocionado hacía bastante, en las primeras veces, pero que ahora ya lo tomaba como algo cotidiano. Aprovecharé para decir que durante el prolapso la oriné y la cagué para luego lamerle todo el coño y el ano volteados, los cuáles degusté como nunca.

Entre más cosas decía y hacía, más me prendía. Era casi como un sueño creer que una mujer como ella, la más hermosa de todo el sistema solar, era una maldita enferma sexual. Pero yo también lo era y eso significaba mucho. Me pidió entonces que cumpliéramos una fantasía antes de la última, la cual también había guardado por años: violar a un animal muerto. Y como a un costado estaba su perro al que le había mochado el miembro, entre los dos tuvimos sexo con su cadáver. Selen Blue se animó mucho y le colocó el calzón al animal para poder simular un trío, lo cual nos funcionó de maravilla. Aunque lamentó un poco no tener otro perro para continuar la diversión, pues a su perrita no quería matarla por nada del mundo. Terminamos besándonos y riendo como dos seres que se aman y se odian a la vez. Todo era tan brutal y fantástico, pero nada era inhumano, sino ordinario. Me confesó que esta era la mejor orgía de su vida. Y, como ya la mañana se acercaba, quería terminarla dignamente.

Me subí en ella y comencé a penetrarla. Quién sabe cuántas cosas estaban en su coño y en mi miembro, pero eso hacía el momento épico. El olor comenzaba a fastidiarnos ligeramente, así que nos apresuramos. Me pidió que la ahorcara con todas mis fuerzas y que la golpeara como un guerrero. Eyaculé y ella tuvo un orgasmo increíble, pero nada fuera de lo que consideraba común, pese a que en diversos momentos creía que verdaderamente estaba ya muerta.

–¡Quiero morir! –vociferaba como poseída poniendo los ojos en blanco–. ¡Mátame, hazlo! ¡Solo eso me hará venirme por última vez y como nunca!

Pero, por desgracia, no encontrábamos la manera de acabar más adecuada. Y es que, después de todo lo hecho, ¿qué más podríamos hacer para coronar aquella noche? No lo supimos hasta que se me ocurrió una idea: crucificarla. Esto le pareció perfecto, pues así moriría como una salvadora y una profeta de la humanidad. Buscamos unos clavos y un martillo, los cuáles hallamos sin dificultad en una caja sucia debajo de la cama. Ella se colocó en la pared más resistente de la habitación y el proceso comenzó. Al principio me costó, pero con cada martillazo ella parecía estarse derritiendo por dentro, pues los gritos eran espectacularmente placenteros. El dolor era lo único que, desde hacía tiempo, la complacía.

El sexo era para ella solo una forma de expresar la incomodidad que sentía al existir. Cuando terminé de clavar sus dos muñecas y sus pies unidos, aún no había alcanzado el clímax. Entonces me pidió que cumpliera su última voluntad, pues por más que pensaba no hallaba algo más adecuado para poder correrse como nunca y luego morir. Me pidió que golpeara todo su cuerpo con el martillo hasta romperle todos los huesos, y eso fue lo que hice, lo cual la acercó al éxtasis, pues vomitaba sangre y toda clase de asquerosidades, se cagaba violentamente y pedía que todo lo que expulsara se lo metiera en la vagina. Claro que también solicitaba que yo comiera de ello y la besara.

Fue así como llegó el momento culminante de toda la blasfemia: tomé el cuchillo y lo batí en toda lo porquería que hallé por ahí, para luego introducirlo en la vagina de Selen Blue y no detenerme hasta haber atravesado su vientre y su corazón. Entonces pude contemplar cómo, mientras el cuchillo penetraba su vagina, experimentaba un tropel de convulsiones y se corría abundantemente. Tuvo la mayor venida de toda su vida, eso era más que seguro. Una corrida tan abundante que me empapó de pies a cabeza y batió todas las paredes, era casi como si hubiese guardado las venidas de toda su vida para aquel épico momento. Claro que todo esto ocurrió en unos segundos, pues los gritos de extremo y divino placer se combinaron inmediatamente con un agudo sufrimiento al sentir cómo el cuchillo hacía trizas sus intestinos. Era un espectáculo espléndido y sublime ver a Selen Blue crucificada, pero disfrutando hasta el delirio del mayor placer en la existencia: la muerte…

.

Libro: El Extraño Mental


About Arik Eindrok
Previous

El poeta suicida

Pensamientos LEEH18

Next