Sabíamos que los corazones cambiaban, que los sentimientos eran extraños. Lo que no imaginábamos era el avasallante dolor que nos produciría este amor y la forma tan trágica en la que se despedazaría lo único que alguna vez tuvo sentido para los dos.
*
Y, si pudieras curar solo un poco las heridas de mi melancólico y solitario corazón, ¿no sería eso suficiente para que pudiéramos amarnos hasta que el suicidio pusiera fin a nuestro complicado y agónico encuentro? ¿No sería preferible morir mil veces entre tus brazos y tus labios que volver a vivir una sola vez sin ti? Después de haberte conocido, ¿qué otra cosa podría añorar que no fueras tú o la muerte? Yo ya no quiero nada ni a nadie, solo desangrarme a tu lado y reposar entre tus acendradas alas y tu divino halo.
*
Incluso el amor que sentía por ti se ahogó en la marea de mi depresión y desapareció en los abismos de mi locura… Y es que te amé tanto, con tal violencia y ferocidad que eso mismo, quizá, terminó por disolver cada uno de mis sentimientos más profundos y sublimes. Ahora no queda sino un vago recuerdo de todo lo que juntamos vivimos en aquella frenética época que ya jamás volverá; ahora solo restan memorias inconexas y creo que mi alma está lista entonces para decir adiós a cada instante en que nuestras miradas se fusionaron más allá de la perfección.
*
No comprendo que se aprecie tanto la vida, pero ¿qué se le va a hacer? Dejemos que sigan engañándose esos seres hambrientos de dinero, sexo y poder. Porque, en efecto, solo eso conocen y solo eso desean sus almas putrefactas y carcomidas. Nosotros, los poetas-filósofos del caos, aceptamos y buscamos la salvaje y sensual lanza de la muerte que atravesará nuestros corazones con cromático misticismo. Sí, nosotros no nos oponemos al desvanecimiento absoluto y tétrico de nuestra mísera naturaleza; nosotros vamos hacia él con paso firme y añoramos estrellarnos en su boca como si de nuestro más hermoso amante se tratase.
*
La idea del suicidio es lo más inefable que pueda existir en la vida y lo único que me queda para continuar en esta batalla de antemano perdida. Gracias a ella es que subsisto todavía y que, ocasionalmente, hasta me parece agradable seguir respirando, puesto que bien sé que la puerta está siempre abierta y que puedo cruzarla cuando a mí más se me antoje. Esto y no otra cosa es lo que hace soportable mi horrible existencia: la facilidad con la que podría largarme de ella en una de esas noches de locura, desesperación y soledad detrás de las cuáles se oculta tu mirada lapislázuli y tu rostro sombrío.
***
Catarsis de Destrucción