Te extrañé durante mucho tiempo, durante muchos días, semanas, meses y años… Pero hoy realmente me doy cuenta de que nuestro amor fue solo un absurdo como todo lo demás, de que haber estado juntos no significó nada. Y todo este tiempo solamente la soledad, la desesperación de existir y el hartazgo existencial extremo fueron mis compañeros, pero así fue mejor. Lo único de lo que en verdad me arrepiento es de no haberte asesinado antes de haberme colgado.
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Entiendo por qué la gran mayoría de las personas prefieren seguir una religión o alguna tontería esotérica, y es debido a que siempre será más fácil creer en algo que no puedes ver ni tocar que reflexionar por ti mismo y comprender el funcionamiento de aquello que no depende de nuestra patética imaginación.
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En este mundo, pensar por uno mismo es el peor de todos los crímenes. No solo porque todo el tiempo todo y todos a nuestro alrededor intentan decirnos cómo pensar y qué hacer, sino porque en verdad, cuando uno recurre al aislamiento, se percata de lo ridículo y ominoso de cada creencia, ideología o supuesta psicología.
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Lloraba todas las noches solo, acompañado por mi almohada y mis delirios adimensionales; experimentando una profunda tristeza al saber que, irremediablemente, despertaría al amanecer y tendría que existir un día más en este execrable infierno humano. Esa era mi pena y de tal magnitud que no podía evitar pensar que dejar de existir sería lo mejor en este y en todos los casos.
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El suicidio reflexivo es, quizá, demasiado bello para que criaturas tan repugnantes e ignorantes como nosotros los humanos podamos experimentarlo. A lo más, se puede llegar al suicidio impulsivo; ese que se comete por alguna circunstancia negativa o cúmulo de ellas en nuestra vida, pero que no conlleva una profunda introspección y cavilación previo a. En cierto modo, pienso que la gente que se suicida reflexivamente sí es superior al resto, pues al menos ellos, en su caótica locura, han decidido no seguir más alimentándose de puras mentiras y autoengaños como el resto de los títeres que dicen “vivir libremente”.
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Había cierta belleza en aquellos seres que se mataban tras una profunda reflexión y no por impulso, aunque acaso no exista ni un solo ser que haya podido llegar a tal estado de sublime reflexión y luego quitarse la vida. Y es así puesto que, entre más se razona, más incongruente parece todo: la existencia, el mundo, el amor, la vida y hasta también la muerte. Pero entonces, ¿qué queda? Si nada nos satisface ya y la idea de matarnos tampoco ofrece muchas respuestas, ¿qué hacer? Si vivir tampoco es adecuado y resulta dañino para nuestra esencia, pues es un sinsentido de la peor agonía, ¿a dónde escapar? Indudablemente, el único estado, aunque quimérico, donde podría hallarse una auténtica libertad y, por ende, felicidad sería el de la inexistencia absoluta.
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Catarsis de Destrucción
