Te amo, pero no me parece adecuado expresarlo con tan humanas palabras. Prefiero mejor demostrarlo y hacer por ti lo que nunca nadie haría: liberar tu hermoso espíritu de esta odiosa realidad por la eternidad.
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Fui al hospital de almas ayer, pero me dijeron que ya no había lugar y que, además, la mía ya no tiene remedio; su única cura posible es la desaparición absoluta de cualquier plano o existencia posible.
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Esa boca tuya me trastorna y me hace añicos la mente. ¿Será acaso porque dentro sus bellos labios puedo vislumbrar un camino hacia la auténtica verdad del ser: la muerte?
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La autodestrucción es la mejor expresión de amor propio que pueda existir, pues gracias a ella podemos aprender que en aun en la más infame miseria puede haber algo de belleza y que incluso en la más divina concepción puede haber algo de horrible.
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Psicólogos, psiquiatras, curanderos, gurús de autoayuda, guías espirituales, grandes maestros y demás ingenuos… Al fin y al cabo, meros títeres de la pseudorealidad que, a su manera, intentan prolongar nuestra absurda estancia en este pantano de podredumbre infinita que es la existencia humana.
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Catarsis de Destrucción