El amor es un estado de absoluta estupidez, más allá todavía de la estupidez ya de por sí normal en el ser.
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Hoy en día no me cabe ninguna duda de que, si hay algo en lo que el ser tiene un talento especial, es en decir, inventar, pensar, sugerir y cometer toda clase de estupideces. Tal es la naturaleza de su infame esencia y pareciera hecho solo para actuar de este modo.
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Nunca se debe creer que una persona es demasiado estúpida, pues la experiencia nos demuestra que siempre es posible superarse en ese sentido para el ser humano.
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Y pasa que siempre que creemos que una persona no puede ser más imbécil, nos calla la boca y comete alguna nueva imbecilidad que rompe con toda especulación posible que hayamos tenido. Esta conducta, cabe destacar, es la más sobresaliente en la especie humana. Es casi como su emblema y ¡vaya que le sienta a la perfección!
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La verdadera felicidad del ser no puede provenir de otra cosa que no sean el autoengaño, la ingenuidad, la ignorancia, la estupidez y, sobre todo, demasiada humanidad. Y es que cualquiera que haya llevado a cabo una profunda y sincera reflexión, no puede sino desternillarse ante aquellos que proclaman incansable y absurdamente la existencia de tan controvertido estado.
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Catarsis de Destrucción