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La Agonía de Ser 37

¡Cuántos tontos se engañan creyendo que esta aciaga existencia tiene algún sentido o que hay algo más que sufrimiento, aburrimiento y desdicha! Pero dejemos que, al morir, la nada purifique su infinita ignorancia mientras sus almas son raptadas por la vorágine del olvido.

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No importa cuán espiritual el humano intente ser, al final terminará siendo, de una manera u otra, esclavo de sus abyectos impulsos y prisionero de su ominosa sombra. La estupidez es su signo y no existe forma alguna en la cual pueda cambiar o desprenderse de ella.

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No existe nada por cumplir o saldar en esta existencia, tampoco ningún karma ni reencarnaciones. No hay nada qué hacer, decir, lograr o ser. No tenemos ninguna tarea aquí ni tampoco nada por trabajar. No existe ninguna evolución ni mucho menos iluminación. Todo eso y más son solo quimeras que el ser se ha inventado para matizar su imperante absurdo. Lo único que hay es una incuantificable cantidad de sufrimiento innecesario y luego, al fin, un divino suceso llamado muerte sin el cual nuestra vida sería, si cabe la posibilidad, todavía más patética y trivial.

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No existen razones para vivir, pero sí millones para morir. La cuestión es: ¿por qué nos cuesta tanto aceptar esto? ¿Por qué no podemos aceptar la posibilidad de que nuestra existencia no tenga el más mínimo sentido? Acaso esta necesidad de sentido sea tan profunda en nuestra mente o esté tatuada en nuestro ADN, pero lo cierto es que, sin importar cuánto intentemos, al final todo lo que digamos o hagamos sucumbirá ante la dulce esencia de la muerte. Siendo así, ¿para qué aferrarse a algo que sabemos se disolverá en cualquier momento? ¿Para qué vivir si vamos a morir? La carencia de lógica es más que evidente, no tanto así nuestra infame terquedad por lo que no puede ni debe ser.

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¿Dónde está el tiempo para vivir si todo nuestro tiempo lo empleamos tan solo en sobrevivir? Esta prisión existencial en la cual hemos sido obligados a divagar incesantemente termina por oprimir cualquier voluntad y por carcomer cualquier sueño. Nada está hecho para nosotros y no estamos destinados a nada sino a perecer física y mentalmente, víctimas de nuestra propia intrascendencia y de nuestra repelente naturaleza.

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Una vez que te das cuenta de que todo este mundo es una mera estupidez y de que los seres que lo habitan son tan patéticos y absurdos, ya no habrá vuelta atrás y tan solo restará una cosa por hacer: quitarse la vida.

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La Agonía de Ser


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