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La Esencia Magnificente IV

A los otros cinco jefes de área no los conocía Leiter, y la verdad no le interesaba. Debían ser simples humanos apasionados y enfermos por la ciencia, los miró y algo raro ocurrió. Nunca había tenido predilección por lo sobrenatural, aunque escuchaba historias y creía en reinos más allá, pero jamás había visto algo así hasta ahora. Se talló los ojos en repetidas ocasiones, todo se mantuvo igual. Creyó estar soñando o alucinando, pero no. En la cima de las cabezas de los siete investigadores percibió un signo, como si de un misterioso símbolo se tratase. No entendía qué podían significar, eran unos garabatos, como si fuese otro lenguaje que él no comprendía. Lo único que sabía es que representaban una entidad negativa, una energía ponzoñosa emergía de aquellos simbolismos. Podían ser animales, palabras, elementos, señales, lo que fuese; su naturaleza era insana. Trató de recordar sus nombres y el símbolo de cada uno, todos doctores y a la vez seres tan banales: Lorax, Faryo, Agchi, Zury, Timoteo, Nandtro y Heso.

–Leiter, ¿estás bien? –escuchó repentinamente éste–. Llevamos más de cinco minutos hablándote, parece que estuvieras en otro planeta –afirmó Klopt.

–Discúlpame, de pronto sentí como si no estuviera aquí.

–¿Qué dices? Jamás entiendo lo que hablas, eres muy extraño.

–No importa, no es algo extraordinario. De cualquier forma, muchas gracias por preocuparte.

–¡Qué va! ¡Cualquiera se preocuparía! Estabas absorto, como si alguien se hubiese apoderado de tu cuerpo.

–Lo siento, no quise preocuparte. Es solo que ni siquiera me di cuenta de lo que me ocurría.

Ya todos se estaban retirando, cansados y con hambre, pues la reunión se había prolongado demasiado. En total, Leiter contó cerca de cien personas en todo el centro. Esto le pareció demasiado extraño, pues recordaba que, en el día a día, miraba bastantes personas pasar. Sí, mientras se hallaba conminado a esa silla, veía por el espejo tantas batas blancas y cabelleras despeinadas, que el hecho de que solo estuviesen cerca de cien ahí reunidos no cuadraba. Además, el doctor Lorax mencionó que nadie había faltado a la reunión salvo el personal de intendencia, el cual no representaba ni la mitad de las personas que Leiter creía faltaban. Como sea, decidió no pensar más en eso, se sentía hambriento. Antes de salir, notó que su mareo continuaba, incluso más intensamente que mientras escuchaba la perorata hechizante. Por otra parte, el piso no ayudaba; aquellos cuadros blancos y otros negros. ¡Qué curioso suelo para una sala de juntas! Las tres luces también lo desconcertaban y seguía imaginando aquel ojo en la entrada. Ni hablar de los símbolos raros, pues, desde ese momento, jamás pudo desaparecerlos de su mente. Cuando casi estaba fuera, sorpresivamente, una mano se posó sobre su hombro. Era demasiado etérea para ser de un humano, algo así pensó. Para su mayor sorpresa, se trataba de la doctora Poljka.

–Mucho gusto, doctora. ¡Qué inesperado encuentro! –dijo Leiter tartamudeando–. ¿Cómo está usted? ¿Tan pronto se integrará al equipo?

–No tienes por qué tratarme así. Tengo tu misma edad, háblame de tú –replicó la doctora Poljka, sonriendo y mostrando su inmaculado esplendor.

–Sí, seguro que sí. Disculpe usted, doctora –respondió Leiter nerviosamente–. Quiero decir, discúlpame…

–Si gustas puedes decirme solo Poljka. Trátame como si fuéramos iguales, te lo suplico. De cualquier modo, tú también serás doctor algún día, ¿no? Todos los que están aquí terminan siéndolo. No conozco a un solo ayudante que no haya regresado para continuar con sus labores de investigación, pero ya sabrás de eso luego.

–Doctora Poljka –gritó a lo lejos el doctor Lorax–, no pierda su tiempo con los ayudantes, mejor venga por acá. Tendremos una importante comida con todos los jefes y el personal ejecutivo.

–Sí, ya voy. Solo quería ver de qué estaban hechos estos sujetos que se hacen llamar ayudantes –asintió ella sonriendo magníficamente con sus dientes perfectos–. Lo alcanzaré pronto, mientras vayan preparando todo.

–Bien, no tarde, ya casi nos vamos. Usted no puede faltar…

Leiter percibió cómo una sensación se intensificaba, algo así como una enorme ira lo invadía, una especie de vibración proveniente del doctor Lorax. Particularmente, su mirada lo fulminó, en ella había algo que lo desconcertó.

–No le hagas caso –dijo Poljka tendiéndole la mano a Leiter–. Tú ya sabes cómo son los matemáticos, y ¡en especial él! A decir verdad, no me agradan mucho estas personas, pero no tengo de otra. Iré a buscarte más tarde, necesito que alguien me dé un recorrido y creo que tú eres una buena persona.

Y, diciendo esto, la doctora Poljka se alejó rumbo al sitio donde se hallaban todos los doctores. Leiter también partió rumbo a su fabulosa estancia donde su única labor consistía en pasársela sentado analizando datos absurdos. Lo único que hacía diferente su día, al menos en cierta medida, era que Poljka retornara y nuevamente contemplase su singular brillo. ¡Qué extraño que justamente ella lo eligiera para ser su guía personal! Tal vez el destino si existía después de todo, o era suerte simplemente. Se sintió más tonto de lo normal y pasó toda la tarde pensando en la eminente doctora de ojos lapislázuli, mismos que tan magnéticamente atraían a todo el que los miraba. Sin embargo, aunque se quedó hasta ser el último en el departamento, la doctora jamás regresó. Esto lo entristeció sobremanera, pero, acostumbrado a su mala fortuna, la cual había creído buena de modo ingenuo hasta hace unas horas, cerró con disgusto la puerta y salió. Otro banal día en el centro de investigación había culminado y lo que más añoraba era regresar y comenzar con la maestría, pues la estancia en Las Tres Luces de la Verdad se había vuelto un auténtico sacrilegio.

Ya fuera del edificio, Leiter continuaba con su mareo. Además, su rinitis comenzaba a agudizarse. Tenía el medicamento en su habitación, pero hasta hace un tiempo no lo había necesitado, quién sabe qué cosa habría activado su alergia. Su cerebro no ofrecía tregua, pues, entre más intentaba calmarse, más obsesionado y ansioso se sentía. Miró las letras doradas que adornaban excesivamente el centro, le parecía que eran enormes, incluso mucho más que el centro mismo, el cual era más pequeño de lo que en las universidades se mencionaba. Por supuesto que no olvidaba la contradicción de ver tanta gente pasando por los pasillos y tan poca en la reunión de la tarde. Ya un mes había pasado, pero, entre más lo intentaba, menos concentrado se sentía. Una tenue flama lo alentaba a seguir el camino actual, pero realmente no era lo que deseaba. Ahora quería escribir, pero no cualquier cosa, sino algo que pudiera ayudar a que el mundo entero despertase del adoctrinamiento al que eran sometidos desde su nacimiento para aceptar la miseria de la vida humana. Había aprendido tantas cosas con Abric, ¡cómo anhelaba volver a verlo y escucharlo! Lo inquietaba inmensamente saber dónde estaría, si se hallaba con bien. Todo lo que añoraba era corroborar que no había caído en manos de los amos de la pseudorealidad…

Era una bonita tarde, los pájaros cantaban de manera espléndida y el sol centelleaba moderadamente, cediendo el paso a un cúmulo de nubes que anunciaban una llovizna hermosa. Ahí, en la orilla de aquel arroyo, solía sentarse Leiter para escuchar a Abric, quien parecía tremendamente letrado en cualquier tema. Siempre se sentaba en posición de meditación, con las piernas cruzadas y con la cabeza fija, expresando una sabiduría inconmensurable. Su sonrisa nunca era molesta, sino irónica y compasiva. La tranquilidad de su ser era algo inverosímil para la agitada cabeza de Leiter, quien sufría más que nunca intensos ataques de obsesión y ansiedad. El paisaje era realmente bello, animales de todo tipo se congregaban y todo estaba en armonía. Siempre que Leiter quería, podía desviarse un poco del camino y pasar a esa pequeña región ubicada tras las montañas, a un costado de la carretera que conducía hacia el pueblo más cercano. Era uno de los pocos lugares a los cuáles el humano aún no había llegado, que conservaba una legendaria naturaleza y una pureza ya casi extinta. Ahí fue donde Leiter descubrió razones para rechazar lo que le había sido inculcado, donde entendió que el mundo era miserable y que la existencia era un sufrimiento involuntario. Y ahí mismo llegó a reflexionar que, en toda esta pesadilla enervante, al menos quedaba el suicidio.

–Hoy especialmente me siento confundido.

–¿Qué ha pasado? ¿Acaso has sido regañado por venir a verme?

–No, nada de eso. Mis padres no saben que vengo aquí, aunque, a decir verdad, ya soy mayor para decidir. Pienso que tus conocimientos son demasiado elevados para que seas humano.

–No sé más que lo mínimo, te lo aseguro. Tú puedes saber más que yo en cuanto te propongas a abandonar lo humano.

–Si tan solo pudiera, pero aún no lo logro.

–Algún día será –replicaba Abric sin alterarse jamás, con su tez azulada, facciones refinadas, ojos de loto y cuerpecito frágil a causa del ayuno que hacía continuamente.

–Hoy escuché a un hombre decir que el mundo es cada vez un mejor lugar, cosa que me pareció contraria a lo que hemos platicado.

–Como hemos comentado, para las personas cualquier cosa es oro, pues su felicidad es demasiado fácil y vacía, pero la tuya no. El humano es egoísta e insensato por naturaleza, siempre piensa en sí mismo antes que cualquier cosa, y cree falsamente que su vida tiene un gran sentido. Por eso tienen hijos, porque de ese modo buscan perpetuar su miseria y se enorgullecen de logros ajenos, se la pasan en chismes, peleas y morbosidades. O ¿es que acaso no percibes cómo los seres que te rodean están tan corrompidos?

–Ya veo, de modo que el humano entonces sí es repugnante –suspiraba Leiter mirando el agua que fluía tan puramente por aquel arroyo.

–Solo es ruin y ambicioso, se aferra a un poder demasiado efímero. Ninguna persona hoy en día es digna de admiración, pues se ha abandonado a un comportamiento mezquino y absurdo. El humano no cesará en su sed por conquistar hasta que no sienta poseerlo todo, y entonces vendrá su caída, la inevitable muerte que todo lo purifica.

–Bueno, las personas no pueden ver todo eso.

–Y no hay forma de hacer que lo vean, pues ellas mismas no lo quieren así. Es obvio que hay quienes todo lo saben y lo controlan, ellos son los causantes de esta pérfida situación, pero es casi imposible derrocarlos.

–Entonces ¿la vida del humano nunca cambiará?

–No mientras nosotros mismos continuemos cegándonos y encerrándonos en nuestras monótonas labores, conformándonos con los más deplorables vicios y siendo egoístas en todo momento.

Pero, mientras Leiter recordaba aquellas conversaciones con su amigo, alguien gritaba desesperadamente en las orillas del bosque.

–¡Ayúdenme, por favor! ¡Alguien ayúdeme, se lo suplico! –gemía una voz casi inhumana mientras corría hacia el centro de investigación, parecía estar regresando de los bosques.

–¿Qué demonios ocurre? –exclamó Leiter aterrorizado.

El tipo en cuestión parecía horrorizado y corría como un demente. Lo aterrador era que parecía haber recibido una paliza, pues sus ojos lloraban sangre y tenía múltiples laceraciones alrededor de todo el cuello.

–¡Ellos ya vienen! ¡No dejes que me lleven, te lo imploro!

–Tranquilo, ¿puedes explicarme qué significa todo esto?

–¿No lo entiendes? ¡Ellos ya vienen, no hay tiempo! ¡El centro es solo una máscara de la verdad! ¡El ojo lo ilumina todo en la oscuridad!

–Pero ¿quiénes son ellos? ¿Cómo una máscara? ¡No comprendo! Lo que usted necesita es ayuda médica inmediatamente.

Y, antes de que el sujeto pudiera responder, algo amenazante ocurrió, algo para lo que Leiter no estaba preparado. Primero fue un sonido tan estridente que le reventó los tímpanos, jamás había escuchado cosa igual. Luego comenzó a temblar, pero parecía como si solo determinadas partes fuesen afectadas, como si alguien controlase el temblor. Finalmente, de la maleza emergió una especie de chivo negro, pero tenía más patas y brazos de lo normal; era tan espantoso que Leiter se paralizó al instante. Por suerte, el animal no le hizo nada ni le prestó la más mínima atención, sino que se enfocó en el sujeto delirante. Lo pescó de una pierna y se la arrancó, luego tomó el resto del cuerpo y lo arrastró sin dificultades hacia el bosque donde se realizaban las prácticas de campo. Leiter quedó absolutamente ido, tanto que le pareció como si la criatura al pisar soltara lumbre del roce de sus patas con el suelo. Estaba absorto y pálido. Como pudo, se levantó y, en un ataque de ansiedad, corrió como demente hacia su habitación. Lo más desagradable era la forma malsana y enfermiza en que aquel chivo negro bramaba, y la iridiscencia que desprendía de sus cuernos blasfemos y gigantescos.

Al fin apareció Poljka, todos lo notaron y lo agradecieron. Lucía fenomenal, incluso mucho más guapa que antes, pero esta vez tenía un aspecto mucho más provocativo. Se maquillaba en demasía y sus ropas eran más reveladoras, usaba escotes de infarto y minifaldas que dejaban lucir sus piernas blancas y bien trabajadas por el ejercicio. Sus párpados estaban cubiertos por un intenso color negro y sus pestañas también estaban muy enchinadas. Lo único que había conseguido hacer era llamar más la atención de ayudantes, investigadores y jefes de área, pues incluso el doctor Lorax la miraba con deseo. De seguro que más de uno se inspiraba en sus placeres nocturnos con aquella mujer perfecta en todo sentido. Así pasaron algunas semanas hasta que se trasladó oficialmente al departamento adyacente donde se encontraba Leiter, ahí sería su lugar hasta nuevo aviso. Y, en un día cualquiera, decidió sorprenderle con su presencia.

–¡Qué tal, Leiter! Veo que no te interesas mucho por tus labores –asintió en tono amable y con su dulce voz.

–Hola, buena tarde –contestó Leiter, asombrándose ante la figura de Poljka, era más impactante de lo que creía–. ¡Ah, sí! ¡Las labores! Me jode estar aquí, pero ya en pocos meses volveré y estudiaré mi posgrado.

–Y luego regresarás aquí, ¿cierto?

–Bueno… tal vez, no quisiera.

–Parece que mientes.

Leiter no supo cómo responder ante tal afirmación. No se trataba solo de la belleza de Poljka, había algo en ella, algo que la hacía distinta, incluso intimidante. Era imposible deducirlo, ¿qué había en aquellos ojos azules cuyo brillo lucía distinto del que Leiter atisbó el día de su llegada? Sí, ahora el azul estaba más apagado, como si transmitiera frialdad e insensibilidad, como si no fuera ella misma. ¿Tendría algo que ver con el tiempo en que repentinamente se había desaparecido?

–Tranquilo, estoy solamente jugándote una broma. No te pongas tan serio –dijo Poljka al fin, riéndose estrepitosamente.

–Sí, discúlpame. Es solo que…

–¿Qué pasa? ¿Acaso te preocupa que te vean platicando conmigo? –inquirió ella mientras se agachaba hacia Leiter, mostrándole gran parte de sus abultados senos.

–No, desde luego que no es eso. Te ves un tanto diferente, es todo.

–Y ¿te gusta? Digamos que reflexioné y decidí que necesitaba una apariencia diferente. Ya sabes, ser la niña buena no va conmigo, a veces quisiera divertirme. ¿Por qué no vamos un rato allá fuera y me cuentas algo sobre ti?

Así fue como salieron y platicaron bagatelas. A Leiter le agradaba caminar y mirar la naturaleza que circundaba el lugar. Sabía que todo estaba contaminado debido a la expansión del humano, pero esos pocos sitios donde reinaba aún el verde de los árboles y se podían apreciar animales siendo libres lo reconfortaba mínimamente. Trató en vano de respirar por ambos orificios nasales, sin resultado, ¡maldita rinitis! Conversaba con Poljka y reían continuamente, hablaban de sus experiencias y sus gustos, de sus momentos vergonzosos y sus aspiraciones. En el fondo, Leiter encontró en aquella mujer a un ser inteligente y con grandes intenciones por aprender, hasta ahora se le ocurría que ella podría, quizá, comprender la verdad del mundo.

–Y, a todo esto, ¿a qué te refieres con que te gustaría divertirte? –preguntó Leiter finalmente.

–Pues tú ya lo sabes. He dedicado mi vida a la ciencia y me gusta, pero creo que jamás he gozado de las pequeñas cosas que la mayoría hace.

–¿Cómo cuáles? ¿Pequeñas cosas que todos hacen?

–Jamás me he ido de fiesta ni he probado una sola gota de alcohol, mucho menos alguna droga, tampoco he tenido novio ni otras cosas más íntimas. No he hecho algo divertido, así yo lo veo. Siempre libros e investigaciones, siempre la niña genio y demás, pero nada realmente interesante.

A Leiter le obsesionó pensar que Poljka sería virgen, debía serlo. ¡Qué situación tan concupiscente, tan es así que comenzó a tener una erección!

–No sé qué puedo decirte, yo tampoco he sido mucho de ese ambiente. Al igual que tú, me he concentrado en mis estudios, pero ya no deseo ni uno ni lo otro.

–En gran medida ha sido debido a la presión que mis padres han ejercido siempre sobre mí –mencionó Poljka pensativa–. Supongo que continuamente nos preocupamos demasiado por satisfacer las necesidades de los demás, tanto que olvidamos que estamos aquí por tan corto tiempo.

–Muy bien dicho, me gusta tu forma de pensar.

–Y a mí la tuya. ¿Sabes algo? Klopt me habló acerca de ti.

–¿En verdad? Y ¿qué fue lo que dijo?

–Al parecer te admira, dice que quisiera ser como tú. Me contó todo lo que le dijiste sobre la supuesta pseudorealidad, las conspiraciones, la verdad del mundo y la forma absurda en que vivimos las personas. Parecía convencido de que solo tú podías ayudarlo.

–¡Qué sorpresa, no lo esperaba! Yo pensé que le desagradaban mis ideas…

–¿Por qué pensaste eso? Para él eres como un dios.

–¿De verdad? ¡Qué raro! Porque al principio de nuestra estancia aquí conversamos y no nos entendimos. Me causa gran sobresalto que ahora haya cambiado tan rápidamente su percepción.

–¿Por qué no se entendieron? Y ¿por qué crees que su cambio fue tan repentino?

–No nos entendimos en ese entonces puesto que él adoraba la ciencia y creía en todo lo que aquí se enseña y se dice. No sé, quizás esté loco, pero me atrevería a decir que alguien había reemplazado su mente y ocupaba su cuerpo las últimas veces que lo escuché hablar. Fue tan extraño, incluso su manera de expresarse estaba tan alterada.

–¿Eso es posible? –preguntó Poljka al aire mientras sonreía comprensivamente–. Eres un sujeto muy poco común. En verdad me han atraído tus ideas, por eso quise verte, para conocerte y comprenderte.

–Pero si no te he contado lo que pienso por mi propia boca.

–Y no necesitas hacerlo, basta verte y escucharte hablar sobre cualquier cosa para notar que no perteneces aquí, y eso me encanta.

Leiter se sonrojó, pero se recuperó velozmente. No podía dejarse llevar por los halagos de Poljka, algo no andaba bien. Y, sin embargo, se sentía feliz con ella a su lado, aunque no comprendiese qué era la felicidad humana. Cuando miraba en aquel azul profundo, una explosión alteraba su percepción de manera atroz, cierta clase de irónica y efímera alegría lo invadía. No se trataba solo de que estuviera con la mujer más deseada de toda la comunidad científica y de que ésta se interesara por él, sino que podía sentir algo, incluso deseaba tomar su mano y acariciarla. No podía dejar de mirar sus labios cuando se movían y escuchaba su acendrada voz encantado como un idiota. De hecho, no prestaba mucha atención a su vestimenta reveladora, pues le cautivaba algo que no se podía medir en el reino de lo físico. No deseaba su cuerpo, sino esa conglomeración de colores que discernía en su aura.

–Tal vez cuando me conozcas más te lleves una gran desilusión. A mí mismo me parece que mi vida no tiene sentido.

–Y crees que la de nadie lo tiene, ¿cierto? Pero eso está bien, yo lo creo también. He estado leyendo filosofía existencialista y me gusta.

–¿De verdad? Son libros que también yo he leído.

–¡Oh, genial! Es una gran coincidencia. Debo decirte que mi mayor sueño es casarme con un escritor. Déjame adivinar algo más: tú escribes.

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La Esencia Magnificente


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