Al final del día, cuando me voy a dormir tras una profunda amargura al no haber podido suicidarme, solo tengo una pregunta dando vueltas en mi cabeza: ¿por qué demonios debemos existir?
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Antes pensaba que tal vez lo mejor era no estar en este mundo, hoy ya no me queda la menor duda.
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No debemos considerar a la muerte como nuestro enemigo, sino como nuestro mejor aliado en contra de una vida tan nauseabunda como esta. Y, ni hablar del suicidio, pues ese debería ser casi como de nuestra propia sangre.
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Todo lo que necesito eres tú, pues solo en tu mirada se hallan los secretos para desentrañar mi intrincado y sombrío destino.
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El olor de tu perfume se mezcla con mi sangre, pero me encanta la mezcolanza, pues es casi como adornar mi patética muerte con tu exquisita esencia.
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Manifiesto Pesimista