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Manifiesto Pesimista 1

El simple hecho de existir, en sí mismo, denota la más fehaciente prueba de que no poseemos libre albedrío en absoluto y de que no somos sino triviales marionetas de un desconocido creador o destino que actúa, casi siempre, del modo más irónico posible.

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Para las personas, siempre será mejor intentar ser importantes para otros que para ellas mismas, así de absurda es la condición humana.

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Todo se desfragmentaba a mi alrededor mientras permanecía ahí tirado, el tiempo se detenía y el espacio se contraía. Todo fundía a negro y a silencio, no había más personas ni sonidos. La serenidad de aquel escenario me asombraba al mismo tiempo que me espantaba, pero sabía que, de algún modo, era algo que debía acontecer. Me había finalmente disociado de lo que más detesté y maldije en toda mi vida: ese maldito yo.

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Nos pasamos la vida planteándonos supuestos objetivos que, una vez cumplidos, hacen que nos sintamos tan aburridos e insatisfechos. Es casi como si el conseguirlas nos quitara un pedazo de vida y, cuando ya no queda nada que quitar, simplemente está ahí la muerte aguardando sonrientemente. Y es casi como si con su sonrisa nos anunciara lo ridículamente carente de sentido de todo lo que creímos haber logrado en nuestro patético trayecto por este mundo abyecto.

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Ya que no podemos acabar con esta irrelevante realidad ni con todos sus absurdos elementos y sus repugnantes habitantes, al menos debemos intentar acabar con nosotros mismos, aunque quizá no haya ya nada por acabar, pues ya la vida ha acabado con nosotros antes que la muerte.

Manifiesto Pesimista


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