Tal vez lo mejor sea aceptar que jamás sabremos quiénes somos en realidad ni por qué estamos aquí. Tal vez lo mejor sea incluso que esta noche al ir a dormir cerremos los ojos y no los volvamos a abrir jamás.
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¿De qué carajos sirve tener razones para vivir en una vida que no tiene razón de ser vivida?
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¡Que patético es el ser y qué ridícula es la manera en la que se aferra a una existencia que no podría ser más indiferente a él!
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Nada más ilógico que el ser y su enferma necesidad de vivir. Por suerte, la muerte siempre está ahí para curarlo sin importar cuán enfermo se halle.
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“Dame una razón para seguir viviendo…”, me dijo ella. Y entonces la maté, puesto que no había ninguna.
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Manifiesto Pesimista