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Manifiesto Pesimista 2

Había algo extraño en mí, algo que no estaba bien. No me sentía como el resto, aunque tal vez lo era. Pero era simplemente que no podía aceptar la existencia como todos lo hacían, de esa forma tan sumisa y calmada. Lo que yo sentía era ganas de ahorcarme, de cometer todo tipo de actos sangrientos, de asesinar a mis semejantes y de explorar dimensiones más allá de esta. Lo que yo necesitaba no eran sermones, profetas ni libros, sino una mínima prueba de que esta vomitiva existencia era más que solo cotidianidad, aburrimiento e irrelevancia.

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El sonido de las ballenas voladoras con infinitas bocas llegaba a mis oídos de regiones desconocidas, pero mucho más reales que esta miserable realidad. Su canto y ritmo eran tan desconcertantes y hermosos que me incitaban ideas descabelladas, aunque me fascinaba escucharlas. La última melodía antes del colapso me indicó una tarea más que divina: exterminar a la raza humana era la forma en la que podía llegar, algún día y en otro universo, a convertirme en un dios tras mi encantadora muerte.

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Si fuéramos plenamente conscientes de la rapidez con que se esfuma nuestra patética estancia en este mundo, trataríamos desesperadamente de hacer que cada segundo valiera lo mismo que mil años y que cada momento fuera tan memorable como la eternidad.

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Lo que yo necesitaba no tenía nada que ver con las cosas o las personas de este mundo. ¡No, claro que no! Pues, en realidad, lo que yo necesitaba iba más allá. Lo que yo necesitaba era acaso algo más intrincado: necesitaba otro mundo totalmente opuesto a este.

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Quien se suicida es tal vez un cobarde, pero, quien no lo hace, es con toda seguridad un imbécil. En el primer caso, podemos hablar de cobardía en el sentido de una elección que debía haberse tomado mucho antes; en el segundo, empero, de la continuidad de una miseria absurda.

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Si las personas pudieran atisbar un poco del caos, la agonía y la incertidumbre que reinan en dimensiones y eones más allá de su patética y limitada humanidad, tal vez se tendría que normalizar la locura.

Manifiesto Pesimista


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