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Manifiesto Pesimista 35

¡Cuán infame, patético e ignorante es el ser que llega a convencerse de que su existencia puede tener algún sentido! En verdad que nunca se había contado un chiste de una magnitud tan ridícula. Tales disparates solo podrían ocurrírsele a un ser como el humano promedio: un vil esclavo que nunca se ha cuestionado nada ni ha querido reflexionar nada sobre el mundo, la realidad, la humanidad o tan siquiera sobre él mismo.

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Hay algo que realmente va muy bien con la humanidad, ese algo se llama extinción.

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No dejaban de torturarme aquellas voces que me pedían abandonar este execrable cuerpo cuanto antes. Sabía que tenían toda la razón y no pretendía llevarles la contra, ya que de cualquier modo la vida era solo una aberrante estupidez. Ahora tan solo debía llevar al límite mi psicosis para conseguir el último estado de la materia purificada: la inexistencia absoluta.

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En definitiva, no estábamos hechos el uno para el otro. Ella quería amor, sexo e hijos. Yo, por mi parte, solo quería una cosa: dejar de existir…

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A veces sí resulta intrigante cómo las personas pueden continuar su existencia tan asquerosamente plagada de irrelevancia, imbecilidad y, ¡cómo no!, de humanidad. Supongo que es normal para ellos ser así de miserables y absurdos, pues incluso su putrefacta esencia se regocija en tal estado.

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Manifiesto Pesimista


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