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Obsesión Homicida 61

Los humanos son la peor miseria de la existencia, su absurda creación ha ofendido la divinidad del espíritu supremo. Y la manera tan despreciable en la que transcurren sus míseras vidas es la prueba contundente de que su aniquilación sería el acto más sensato para cualquier entidad superior existente. De no ser así, creo que debemos prepararnos para lo peor y resignarnos a que solo la muerte podrá ya liberarnos (espero) de tan blasfemo despliegue de sinsentido y mundanidad.

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No encuentro aquello que tanto busco y quizás es porque busco algo sin sentido: la verdad en un mundo corrompido por la mentira, sostenido por la pseudorealidad y destinado a la putrefacción de los miserables humanos y su patética estirpe. Supongo que no pertenezco aquí y que jamás hallaré consuelo alguno mientras no tome la soga y la ate majestuosamente a mi cuello para llevar a cabo mi última creación: la destrucción de mi propia humanidad con tal de experimentar algo más allá de todo lo conocido y también de lo desconocido.

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Era todo lo que podía hacer para sentirme menos muerto: crear mis propias ideas y luego obsesionarme con ellas. Solo así era ya soportable el devenir del tiempo y todos los malestares que con él se cernían sobre mi cielo en llamas. La locura no estaba muy lejos tampoco, pero algo en mi interior quería mantenerse cuerdo hasta el último momento; sí, hasta ese supuesto instante donde debía producirse el anhelado desprendimiento entre la carne y el espíritu. Mientras tanto, debía proseguir en esta siniestra lucha conmigo mismo y tratar de entender un poco quién era yo en realidad… Esperaba realmente averiguarlo algún día, aunque cada vez me sentía más distante y cada vez las voces en mi cabeza parecían contradecirse más y más. Pero aún no estaba loco y eso era algo demasiado valioso dada la barbarie de putrefacción en la que me veía forzado a pasar mis días y a divagar hasta mi corazón conquistar.

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Las personas comunes están felices con la vida tal como es: viven fácil y estúpidamente. Aquellos pocos realmente diferentes son quienes en cada despertar encuentran una razón para suicidarse y hacer de sus pensamientos un tormento. Y no es para menos, pues la realidad en sí misma es algo de lo que deberíamos dudar en todo momento y, ¿por qué no?, rechazarla tanto como podamos dada su inmanente insensibilidad y su indiferencia hacia cada uno de nosotros. Pensar por uno mismo, en última instancia, me parece algo de lo cual no cualquiera puede jactarse hoy en día.

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El amor, la existencia y los sentimientos tornan las almas en débiles títeres; por eso los humanos están destinados a la extinción, por eso nunca conseguirán transmutar su mísera naturaleza en la de una sempiterna deidad. Por el contrario, están y estarán condenados a vagar en esta dimensión hasta que sus cuerpos se pudran y sus almas agonicen en la desdicha del tiempo insustancial. No importa lo que acontezca después, la humanidad no debe permanecer y su extinción debe ser propiciada por quien aspire a la catarsis de destrucción absoluta en cuyas oquedades habrá de reposar lo infinito. El ser no resulta adecuado, no se puede permitir que su inmunda naturaleza prospere o que su aberrante constitución ensucie el límpido futuro donde lo carnal no será sino un espejismo de un pasado insostenible.

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Obsesión Homicida


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