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Obsesión Homicida 62

No me considero un poeta, un filósofo ni nada por el estilo, sino solamente un aprendiz de algo mucho más elevado que la vida y la muerte: una reflexión cuyo principal fundamento es la indiferencia absoluta. No me interesa guiar a otros ni tampoco ser guiado por nadie, simplemente persigo lo más cercano a la libertad propia y ajena; y cualquiera que así no lo busque será porque, indudablemente, aún es demasiado humano y está demasiado dominado por un ego enmascarado de compasión, salvación o manipulación. Yo mismo y mi eterna soledad, tan solo eso quiero por el resto de mis días.

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Un ser de radiante y esplendoroso fulgor susurraba a aquellos moribundos terrenales que definitivamente se podía sobrevivir en esta realidad, solamente se necesitaba del engaño adecuado. Así funcionaba la mente, sugestionándose a sí misma para considerar como posibilidades aquello que estaba totalmente fuera de su alcance. Así había conseguido esta raza de monos adoctrinados esparcir su nauseabunda esencia y establecerse como la especie dominante. Nada más risible, nada más mundano. ¿Qué es en todo caso la humanidad sino una inmundicia demasiado poco importante como para que algo divino o supremo se tome siquiera la molestia de comunicarse con ella? ¿Desde hace cuánto se espera que alguna deidad venga por primera, segunda o tercera vez? ¿Hasta cuándo tales quimeras continuarán reinando en las putrefactas mentes de las funestas e imbéciles masas?

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Todo muere, todo muere irremediablemente… Y esa, me parece es la justicia divina en contra del ser; una que no se puede comprar ni corromper con nada. El ser puede pretender controlarlo todo en la vida, excepto las cosas relacionadas con el más allá. He ahí algo que aterra demasiado a los idiotas que habitan este planeta, puesto que no pueden dominarlo con su vomitivo ego y su imperfecto raciocinio no arroja ni un haz de luz sobre el tema. ¡Cuánto atemoriza la muerte a todos esos pobres diablos hambrientos de sinsentido y trivialidad! No puedo sino desternillarme ante sus supersticiones, cultos o doctrinas; y, en el fondo, siento lástima por todos ellos. No lo pueden ver, acaso nunca podrán, pero a una parte de mí le encantaría que lo hicieran. Tal vez así sus vidas serían un poco menos miserables, patéticas e intrascendentes; o tal vez no.

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Existir en este mundo en verdad es un sufrimiento sumamente agudo, y sin duda aquellos pobres diablos que creen ser felices solo son los que gozan de su propia esclavitud y adoctrinamiento. No importa a qué nivel se analicen las cosas, el resultado siempre será el mismo: el ser buscará siempre el beneficio propio sin importar lo que tenga que hacer para conseguirlo, incluso si eso implica corromperse a niveles estratosféricos o aniquilar para ello a quien antes le resultaba más preciado. Mientras exista humanidad, así pues, jamás existirá paz ni auténtica libertad.

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La vida es esencialmente triste desde que la supuesta felicidad está supeditada al falso dios dinero y al eterno impostar sexo. Esos dos elementos y no otros son lo único que los monos parlantes persiguen durante el abyecto transcurso de sus ominosas sendas. Incluso aunque lo nieguen, en el fondo cualquier esfuerzo, sueño o meta estará encaminada a ello: fornicar, reproducirse y extasiarse mediante todo tipo de mundanidades, placeres impíos o entretenimiento infame.

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La tristeza, aunque suene contradictorio, es en realidad un sentimiento muy puro; quizá más que el falso amor humano o que la insípida compasión hacia el prójimo. Puedo percibir una indescriptible belleza e infinitud de virtudes en la tristeza, mucho más reconfortantes que la falsa felicidad que los humanos creen poseer basándose en virtudes imposibles de sostener por mucho tiempo. ¿Por qué, en todo caso, debería amar al prójimo si en mi interior solo experimento hacia él convulsivos deseos de homicidio, asco y hastío? Inclusive, no es nada descabellado considerar la posibilidad de que esto sea solo una estratagema más de la pseudorealidad para mantenernos dóciles y apegarnos a inservibles convencionalismos morales que en nada pueden ya ayudar a la humanidad.

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Obsesión Homicida


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