Indudablemente, la existencia en general (y más la de la humanidad) ha sido una tragedia de dimensiones estratosféricas. Pero ¿a quién se culpará ahora? ¿Acaso a dios o al diablo? ¿Acaso a seres de otros planos? ¿Acaso existirán siquiera? ¿No será que todo ha sido solo un error producto del caos más absurdo y nauseabundo?
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La aniquilación de la humanidad parece ser una idea más que magnificente y, por ello, se ha intentado inculcar una supuesta moral donde asesinar es malo. Pero detengámonos un momento a pensar quienes son los que han decidido esto, ¿no son también unos asesinos? Creo que la respuesta es obvia y que nosotros, meros títeres, no hemos hecho más que obedecer ridículas leyes y patéticas doctrinas.
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Ya ni siquiera podía mirar o escuchar a las personas sin sentir asco y aversión de cada palabra que emanaba de sus vomitivas bocas. Aunque, ciertamente, esto tenía algo de bueno; a la vez que también era una gran tortura. Lo preocupante, según reflexionaba, sería que no tuviera esta concepción; es decir, que me sintiera a gusto entre aquellos peones de percepciones pusilánimes y nauseabundas creencias.
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Y es que no entendía nada ya, pues miraba a las personas y mil preguntas surgían. ¿Por qué tenían que existir criaturas como ellos? Si lo único que sabían hacer era tragar como cerdos, ser viles, trabajar para poder pagar su propia depravación, fornicar y pensar hasta su muerte en sexo y dinero. Realmente no tenía un propósito su existencia, ¿por qué sería un pecado matarlos a todos sin piedad? ¡No era un pecado, era una necesidad!
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Exterminar a la humanidad y todas sus infames creaciones es la única manera de acabar con el asqueroso poder de la pseudorealidad. Y es así ya que, por sí misma, se trata una entidad que se alimenta de la estupidez y la ignominia de sus propios creadores-víctimas, y que no puede ser destruida directamente. Entonces ¿por qué mejor no la dejamos sin nada de qué alimentarse?
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El Halo de la Desesperación
