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Romántico Trastorno 25

Existir por obligación y soportar esta horripilante pseudorealidad plagada de alimañas humanas es, quizás, aún más suicida que el mismo acto de suicidarse.

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Sube la dosis, aumenta la esquizofrenia… Afuera llueve mientras dentro la agonía se termina y la oscuridad lo conquista todo… Intento respirar un poco más, pero viene la muerte y aspira todos mis deseos… Me corrompe la sombra incipiente, el mañana ya no significa nada… Mi vida se esfuma, pero eso me agrada demasiado… Nunca nada fue suficiente, pero ya no importa… Ahora solo se desvanece mi alma mientras la navaja cae y mi sangre mancha la alfombra.

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Gritando en el agujero y suplicando por un poco de compasión es como me hallo. Me derrumbo cada vez más y mis lágrimas ya ni siquiera puedo saborearlas. Cada día me siento más deprimido y mi patética existencia me parece tan ajena. Me revuelco en las patrañas que otros me aconsejan tan solo para sentir que aún vivo: sexo, alcohol, dinero… Pero ¡nada me conmueve ya! ¡Nada me interesa en este mundo absurdo y egoísta! Todo es tan trivial, tan infame; cualquier cosa carece de sentido y me harta. Me lamento cada noche por seguir aquí, pero sé que, asimismo, cualquier día es bueno para matarme.

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¿Qué podría ser más sublime, catártico y sincero que el hecho de suicidarse tras haberse desprendido de todo aquello que nos identificaba con lo humano? ¿No es el suicidio, así pues, lo más hermoso que pueda existir un mundo podrido, corrompido y sin sentido como este?

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Sus grotescos rostros apestaban a ignorancia e irrelevancia más que los de cualquier otra entidad. Y, cuando se retiraban las máscaras que siempre usaban para pretender encajar en este nauseabundo sistema, no podía sino regurgitar ante tal inmundicia, pues eran ellos, los seres de este mundo trivial e insano, los que me siempre me asqueaban de tal manera que ya no podía soportar ni un día más vivo.

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Mi tiempo aquí, afortunadamente, está a punto de terminar. Al fin esta noche será la última y toda mi tristeza habrá culminado irremediablemente bajo el melancólico resplandor de las estrellas ensangrentadas. ¡Solo dios sabe cuánto desprecié siempre esta nefanda y vomitiva existencia! Y nadie se imagina, sin embargo, cómo saborearé hasta la última gota del divino elíxir de la muerte que desde hace tanto he añorado más que cualquier otra cosa.

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