Otra vez se apagó el canto del ensueño quimérico
Se oscureció la lancha del infierno insondable
No acontece algo en la apagada y vil vida humana
Caigo, decaigo y apuro la solución del efímero adiós
.
No hay colores, canciones, olores o sabores que enaltecer
Doblego ya la distante vista ante la bestia de los vivos
Abrazo la almohada y la sustancia mancha las flores
Una desilusión del temor por otro previsto y por mí abandonado
.
Perseguimos y acariciamos irreales objetos humanos
Ya no quiero entrar al recinto de los inmaculados agobiados
Nada hay aquí que pudiera traerme del abismo en llamas
Acepto solemnemente el único silencio que ruge como el arma
.
Se doblan mis rodillas, siento tanto no enorgullecerlos
Para mis lejanos sentimientos tendré que lacerar mis recuerdos
Esos mismos que en las noches ocasionan la hermosa locura
Con premura abandono este traje, caigo desde las alturas
.
Se desprenden mis brazos con los lazos y los falsos abrazos
Adiós digo; y perdón pido por existir y nada apreciar aquí
¡Cómo hubiese querido ser más real en una atroz normalidad!
Encajar cual cuchillo que ahora rasga los flujos de mi exilio
.
¿Con cuántas historias pendientes parto hacia el ostracismo?
Fulminante y determinante es el anuncio del oscuro rezagado
Ya no creo en las esperanzas, hace tiempo que de mí escaparon
Retumbo en la tenue y siniestra figura que la vida de mí absorbió
.
¿Cuántas veces más huiré cobardemente del vacío demoledor de almas?
¿En cuántos espejos se reflejará mi marchitado e insulso rostro?
¿En qué ojos se proyectarán los míos con insensible y piadoso ardor?
Abandonarlo todo debo; desistir de esta pesadilla será siempre lo mejor
.
Libro: Triste Insania de Amor y Muerte