Tantas esperanzas y tanto esfuerzo pone el absurdo ser de dos patas que camina estúpidamente sobre este deplorable mundo para que al final la muerte lo derrumbe todo.
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¿Qué podría ser más estúpido y ridículo que sentirse a gusto en este mundo nauseabundo? Incrustado en esta absurda realidad y esta patética existencia, siendo parte de esta infame humanidad, preso en este inútil cuerpo y, sobre todo, perpetuando este error universal.
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Ni ella ni nadie más podía entenderlo. Ni mis padres, ni mis amigos, ni mi psiquiatra, mi ni psicóloga, ni mi esposa, ni mi perro, ni mi gato, ni siquiera yo… ¡Jamás nadie podría entender que lo único que añoraba desde el fondo de mi corazón era suicidarme!
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Toda esta existencia, estos seres que contaminan este planeta, estos edificios, esta música, este arte, estos libros, estos versos… ¡Qué asco sentía de todo! Si tan solo fuera posible volver el tiempo y asesinar a mis padres, ¡sería perfecto!
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Y, cuando salía a las calles, un odio irracional y blasfemo me invadía, pues no soportaba mirar ni escuchar a las personas. Su simple existencia me producía náuseas y una repugnancia insana. ¿Por qué? No lo sé. Solo sé que, en mi mente, lo único en lo que podía ya pensar era en una sola cosa: destruir este mundo y a la raza humana de una vez por todas.
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No conozco frase más tonta que aquella que dice: “todo pasa por algo”. Solo basta analizar a aquellos que la dicen para darse cuenta de que el chiste se cuenta solo.
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Catarsis de Destrucción
