Soy algo, soy humano y soy yo. Partiendo de este horripilante trío de condiciones es que todo lo demás se arruina y carece de sentido, pues la inexistencia deja de ser una opción y la existencia lo conquista todo con su horripilante y absurdo devenir.
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Por supuesto que no pasaré este San Valentín solo, lo pasaré con mi soledad, que es más bella y placentera que cualquier humana y banal compañía. Y eso deberíamos hacer todos: librarnos de las mentiras e hipocresías que tanto adornamos con supuesto amor.
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Una bala es todo lo que necesito… Tan solo una maldita bala incrustada en mi delirante cabeza y entonces esta maldita y patética pesadilla habrá finalizado para siempre, entonces ya ningún otro humano volverá a asquearme jamás y podré al fin experimentar el vacío en su inefable plenitud y hermosa eternidad.
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Pensaba en tu cruenta traición, en lo que sentí durante aquellos momentos en los cuáles te miré besando a alguien más. ¡Qué iluso y joven era yo entonces! Creí tan ingenuamente en todas esas tonterías sobre el amor que la gente parla comúnmente y que tú misma repetías a cada minuto, pero hoy soy diferente; hoy no me importa si te besas con todo el mundo mientras yo pueda follarte cada noche y mitigar con ello nuestro predilecto encanto suicida.
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Todos mienten, esa es la verdad. Por eso, es mejor encontrar a alguien que, al menos, después de todas sus mentiras, todavía quiera compartir un poco de verdad con nosotros; o al menos la ilusión de ella.
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Aquel melancólico sonido me desgarraba el pecho desde lo más profundo y atrofiaba mi cerebro aún más que la insana realidad. Era casi como un gran conjunto de ángeles negros soplando desde el infierno, ofreciendo salvación a los desamparados y solaz a los enriquecidos. Si tan solo pudiera ser real aquel grito, haría del suicidio mi mejor aliado en este pandemónium humano y podría liberar completamente mi alma.
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Catarsis de Destrucción
