Desde mi perspectiva, el suicidio es lo más hermoso que puede llevar a cabo una persona, pues no existe ni existirá mayor libertad que la de quitarse la vida; una vida que, ciertamente, ni siquiera tenemos certeza de haber solicitado.
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Tan solo un vil demente, en su más obscena imaginación, pudo haber diseñado una existencia tan desesperante y trivial como esta.
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La desesperación de existir es un estado del ser que no puede ser curado ni olvidado con nada, tan solo puede ser controlado y atenuado mediante los más potentes autoengaños o medicamentos psiquiátricos.
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Nunca ames a nadie más de lo que te amarías a ti mismo y nunca odies a otros menos de lo que te odiarías a ti mismo.
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La gran ironía del ser es que pasa toda su vida creyendo cualquier tontería y persiguiendo cualquier bagatela para intentar darle un sentido a su vida y, cuando cree haberlo conseguido, viene la muerte y lo destruye todo en un instante.
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“¡Doctor, siento que ya no puedo más! ¡Ya no soporto esta existencia ni un día más, creo que me estoy volviendo loco…!”, dijo él. Y entonces el doctor, con una mueca de ironía y solemnidad, replicó: “Y ¿quién no? ¿Acaso existiría un solo ser que, tras reflexionarlo profundamente, no enloqueciera en este mundo absurdo y repugnante?”
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Catarsis de Destrucción
