Jamás te lo dije porque no quería lastimarte, pero la verdad es que yo te engañé mucho antes que tú a mí. Y fue tan placentera la sensación que no pude evitar hacerlo una y otra vez hasta que incluso eso se tornara cotidiano y aburrido, tanto como nuestro absurdo matrimonio.
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Tal vez todo lo que odio de ti es exactamente lo que más amaría ser en mi putrefacto interior, y todas las cosas que detesto de mí en el exterior son las que me hacen amarte en tu esencia más profunda.
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Nos complementábamos mejor que nadie, ya que ambos añorábamos no volver a despertar y nos animábamos a matarnos cuanto antes para consagrar nuestro amor. Lamentablemente, nunca conseguimos nuestro objetivo y el cotidiano transcurrir de los días terminó por convertir nuestra historia en una tragedia más de insípido desamor.
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El suicidio debería ser considerado como un servicio de salud, pues, en este mundo corrompido e insano donde la existencia no es sino una calumnia, la muerte parece ser la única posible salvación.
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La frustración que siento es demasiada, el asco hacia mí mismo no cesa ni un instante. Todo es gris y está más que podrido, todas las rosas están marchitas y los colores apagados. Canta un pajarillo afuera, sacándome de mi sopor. ¿Será hoy el día en que finalmente concluya esta tortura? ¿Tendré finalmente esta noche el valor de tomar la navaja y hundirla en mi cuello? Ruego a dios porque sí…
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Catarsis de Destrucción
