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El Réquiem del Vacío 18

Antes vivir era insoportable, sí. Pero el día en que tú te cortaste las venas, ese día lo insoportable se tornó en algo inenarrable. Desde entonces vago en las sombras, infestado de una absurda melancolía y ebrio de nostálgicos recuerdos. Pienso en aquellas caminatas que dábamos por el parque, paseando a nuestros perritos y comiendo un helado. Todo está manchado de sangre y dolor, todo está inmerso de odio y rencor. Quisiera nunca haberte conocido y que nunca me hubiera importado en lo más mínimo tu vida, pues así al menos tampoco me importaría tanto el que te la hayas quitado.

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Entonces me miró fijamente y preguntó por qué era yo tan pesimista y cómo es que estaba tan deprimido. La miré yo a ella fijamente unos momentos y simplemente exclamé “por nada”. Supe que alguien como ella jamás lo entendería y sentí una ira tremenda contra mí mismo por fornicar con una chica tan estúpida. Luego entendí que no importaba cuán estúpida fuera, pues era jodidamente hermosa y eso, estúpidamente, era más que suficiente para que la amara tanto. Tal vez era precisamente su simpleza y su estupidez lo que me atraía tanto de ella y lo que me enamoraba de tan obsesiva manera. Y es que nos atrapa lo que no podemos ser y nos enloquece lo que no podemos comprender.

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Que todos a nuestro alrededor son unos completos estúpidos es un hecho y hay que despreocuparse de ello; que nosotros también lo seamos, eso es lo sí que debería preocuparnos. Casi siempre tendemos a mirar en los otros todo aquello que somos incapaces de comprender en nosotros mismos, sea bueno o malo. Es más cómodo conocernos a través de un espejo y escupirle a nuestro aciago reflejo todas las veces que no estemos de acuerdo con su peculiar sonrisa. Mas esto implica únicamente ausencia de voluntad y debilidad ante el implacable abismo de nuestra melancólica incertidumbre.

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Es gracioso como en los funerales las personas muestran su faceta más egoísta e hipócrita. Durante toda su vida, jamás nadie se preocupó realmente por el difunto. Y, ahora que ya está muerto, pasa que de pronto todos lo adoran, lo aman y lo extrañan. ¡Qué contradictoria y repugnante es la naturaleza humana, incluso en la muerte! Y creo que nunca las cosas se tornan tan falsas como cuando las lágrimas son producto del azar y los sentimientos solo frívolas expresiones recreadas y destruidas por el caos y el tiempo.

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El día que al fin me mate no quiero que nadie asista a mi funeral… Nadie sino únicamente el vacío, la tristeza, la nostalgia, la melancolía, el hastío, la desesperación, la agonía, la miseria, la misantropía, el pesimismo, el nihilismo, el caos, el absurdo, la locura y la soledad… Pues fueron todas ellas las que siempre estuvieron conmigo en vida y no ridículas personas a las que jamás les importé un carajo ni ellos a mí. Que sepan que los detesté siempre y que, vivo o muerto, me serán siempre absolutamente indiferentes. Mejor haber muerto, ya que en una realidad tan trastornada como esta, vivir es más bien una irreconocible tragedia.

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El Réquiem del Vacío


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